A partir de enero del 2012, el sistema de tiendas de abasto rural Diconsa pretende distribuir 45 mil toneladas de maíz importado de Sudáfrica en todo el territorio de Chiapas, con especial atención en los 28 municipios con el menor índice de desarrollo humano (periódico Cuarto Poder, 8/12/2011, portada), lo que es una evidencia de la crisis alimentaria en México, si recordamos que Chiapas es el primer productor de maíz del sureste y el tercero del país.
El problema de pobreza alimentaria, lejos de resolverse con esta medida, se profundizará a mediano y largo plazo, pues Sudáfrica es el noveno productor de organismos genéticamente modificados (transgénicos) del mundo, según la propia industria del ramo (agrobiomexico.org). La posibilidad de que el maíz importado sea transgénico es muy alta, y la amenaza a la salud, el ambiente y la economía regional es real. Veamos.
La introducción de maíz sospechoso de ser transgénico, por su origen en Sudáfrica, pone en riesgo de contaminación genética de 15 a 20 razas de maíz nativo presentes en Chiapas de un total de 59 razas que hay en el país, algunas de ellas con cientos, incluso miles de años de adaptación al medio ambiente, por lo que son un patrimonio biológico y cultural invaluable, que ha permitido la continuidad histórica de los pueblos de origen maya y zoque-olmeca y que son parte de las estrategias campesinas de adaptación a los cambios climáticos y económicos.
No sólo los productores de maíz están en riesgo; los apicultores reportan ya la contaminación de embarques de miel certificada orgánica por presencia de polen de maíz transgénico recolectada por las abejas. El hecho de que gran parte del maíz de Chiapas se distribuya en la Península de Yucatán y la falta de un régimen especial de protección al maíz ante la amenaza de los transgénicos ponen en riesgo real el sistema de producción de miel.
Otros sistemas productivos también están amenazados por erosión genética derivada de transgénicos en Chiapas: los productores de café orgánico rechazan la distribución de la variedad robusta que promueve AMSA, filial de Nestlé, empresa que tiene en proceso con la Secretaría de Agricultura la patente de una semilla transgénica para producir café soluble. Además en 2011 se autorizaron 12 mil hectáreas de soya transgénica para los municipios Acacoyagua, Acapetahua, Cacahoatán, Escuintla, Frontera Hidalgo, Huehuetán, Huixtla, Mazatán, Metapa, Suchiapa, Suchiate, Tapachula, Tuxtla Chico, Tuxtla Gutiérrez, Tuzantán, Villa Comaltitlán y Villaflores. (www.cibiogem. gob.mx/OGMs/Paginas/Permisos.aspx).
Sudáfrica no sólo es país productor de semillas transgénicas de maíz, trigo, algodón, soya y sorgo, sino que incluso es un paraíso fiscal para las empresas del ramo, por permitirse la importación de transgénicos de otros países para su posterior distribución en África, y ahora en México, tal como lo denunciaron Amigos de la Tierra Uruguay y el Centro Africano para la Bioseguridad de Sudáfrica en 2003, por la importación de maíz transgénico procedente de Uruguay: la carga de maíz transgénico incluía cuatro variedades –MON810, T25, Bt11 y Bt176– de las cuales sólo MON810 había sido aprobada para su uso comercial en Uruguay, aunque su aprobación data de junio de 2003.
Para frenar la introducción de maíz sospechoso de ser transgénico por provenir de Sudáfrica, los productores de Chiapas habrán de rechazar este maíz importado por Diconsa, o si la crisis de producción es muy alta aceptarlo pero no destinarlo para el consumo humano, pues está probado que los transgénicos generan resistencia a ciertos antibióticos. La ley federal de Bioseguridad no incluye obligaciones de vigilancia fitogenética de las importaciones de granos básicos, por lo que cada año entran miles de toneladas de cultivos procedentes de los países que más transgénicos siembran en el mundo: maíz, trigo y arroz de Estados Unidos, soya de Argentina y ahora maíz de Sudáfrica.
Los gobiernos federal y estatal tienen responsabilidad en la pérdida de la soberanía alimentaria, de las capacidades productivas del sector rural, de la erosión genética de las semillas nativas, patrimonio biocultural de los pueblos indígenas y campesinos, regalo de México, para el mundo. Responsables por omisión, por no escuchar la demanda de los productores por declarar todo México como centro de origen del maíz y otros cultivos, y en vez de promover el reconocimiento a los campesinos como custodios de la diversidad agro-biológica, se acepta sin problemas la importación de maíz de Sudáfrica y su distribución en Chiapas.
Chiapas no necesita este maíz sospechoso de ser transgénico; lo que se necesita es reconocer el trabajo campesino de hombres, mujeres y niños que, sin perseguir un ingreso económico, cada año seleccionan el maíz por color, tamaño, dureza y raza. Un reconocimiento al trabajo de las mujeres y hombres de maíz, que se vea remunerado en sus ingresos económicos, en el medio ambiente de sus territorios, en sus tierras de cultivo.
Emanuel Gómez, La Jornada del Campo