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Desembarco islamista en el primer Parlamento democrático de Egipto. Sesión inaugural de la Cámara que redactará la Constitución post-Mubarak

Diputados del partido salafista Al Nur en sus escaños durante la sesión inaugural del Parlamento

Ocho décadas ha necesitado la cofradía de los Hermanos Musulmanes, la arraigada fuerza político-religiosa del Egipto contemporáneo, para alcanzar este triunfo indiscutible en las elecciones legislativas que le han permitido conseguir casi la mitad de los escaños del Parlamento.

Después de un largo y complejo proceso electoral, iniciado el pasado noviembre, los partidos islamistas dominarán el primer Parlamento democrático de la república. Una república de cuño militar, porque fue instaurada por los oficiales libres tras el derrocamiento en 1952 de la monarquía. Siempre se había dicho, ya antes de estas erupciones primaverales, que en un ambiente de libertad ganarían la mayoría de los votos en el mundo árabe.

Los islamistas –el Partido Libertad y Justicia, brazo político de la cofradía, y el nuevo partido Al Nur, de tendencia salafista– superan el 73% de los escaños. La primera decisión del Parlamento fue elegir a su presidente: el secretario general del Partido Libertad y Justicia, Saad el Katatni.

La sesión de inauguración fue abierta por el decano de los diputados, Mahmud al Saaqa, del Wafd, el partido histórico liberal. Con el Bloque Egipcio –también presidido por un multimillonario– y el Partido de la Reforma y Desarrollo lograron 83 escaños. La Revolución Continúa, que representa a los jóvenes revolucionarios de Tahrir, sólo obtuvo 7.

Hay 14 diputados coptos y 11 mujeres. De ellos, cinco y dos, respectivamente, fueron nombrados por las autoridades militares, que asignan 10 escaños.

La ceremonia de la jura de la Carta Magna provisional tuvo algunos incidentes cuando varios diputados islamistas añadieron la ritual frase “y por la ley de Dios” y otros, de tendencia reformista, evocaron “los derechos de los mártires de la revolución”.

El hemiciclo designará a los 100 miembros de la comisión que redacte la nueva Constitución, por lo que es evidente que influirá en su redacción. En Irán, cuando se elaboraba la nueva Carta tras el triunfo de la revolución jomeinista de 1979, el partido islámico impuso algunos de los principios fundamentales de su doctrina sobre los restantes partidos.

Este Parlamento apenas cuenta con las voces de los grupos laicos o de las embrionarias organizaciones políticas engendradas con el ilusionado espíritu de los reformistas y revolucionarios que se levantaron, hace un año, contra el gobierno del rais Mubarak, ahora procesado. Durante su juicio, el abogado de Mubarak ha dicho que, como nunca dimitió oficialmente, sigue siendo presidente y por tanto no ha perdido su inmunidad o, al menos, en tanto que jefe del ejército, debía ser sometido a un tribunal militar y no a la justicia civil. Este juicio y las celebraciones del primer aniversario de la revolución, este miércoles, amenazan con dividir aún más al país.

El nuevo Parlamento tiene limitados poderes: no es completamente responsable de la formación del Gobierno, que depende del Consejo Supremo Militar, ni puede ejercer su acostumbrado voto de confianza.

La cofradía y el ejército son las dos grandes fuerzas de Egipto, y se especula desde hace tiempo sobre sus posibles compromisos. Hoy por hoy, la república es dirigida por tres grupos de centroderecha: el Consejo Supremo Militar, los Hermanos Musulmanes y los radicales salafistas.
Tomás Alcoverro, La Vanguardia