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Españoles: "Fraga hil da" (Jon Odriozola)

Periodista

Fraga, un hombre coherente, nunca renegó del franquismo, un periodo -decía- que hay que asumir y seguir hacia adelante mejorando lo que sea necesario, sin exponer a la nación a nuevas aventuras o desastres

Fraga -a quien Franco llamara por su segundo apellido, Iribarne, sabedor de que su padre era un negurítico oligárquico de ilustre apellido y su madre una mucama-, al igual que el Generalísimo, ha muerto, pero no el fraguismo ni el franquismo.

Siempre repito lo que, por evidente, tiende a olvidarse en tiempos interesados de desmemoria, otrosí: la llamada «Transición» fue una farsa, una reforma franquista que permitió al fascismo sobrevivir a su Caudillo, inyectándole respiración asistida mediante la ampliación de su base social dizque la integración de la «izquierda» domada, es decir, el PC de Carrillo, amén de burguesías nacionalistas que solo asomaron en escena una vez muerto el dictador, por no hablar de un inexistente PSOE financiado por la socialdemocracia alemana y teledirigido por la CIA en Suresnes. Todo un montaje. Un fraude al pueblo español. Todo gatopardismo: cambiar algo para que todo siga igual. ¿Todo? No, evidentemente, no somos tan garrulos. Cambian las formas, el discurso, el sema, pero no el fondo en lo fundamental. ¿O sí y no me he enterado?

Resulta divertido ver cómo tildan a Fraga -el reverenciado Don Manuel- una vez occiso. Tenía «el Estado en la cabeza», dicen, y, los más osados, que era «peculiar». Cualquier eufemismo sirve con tal de no llamarle por lo que realmente era: un fascista. Un fascista -no le estoy insultando sino definiendo- reconvertido en «demócrata» y «padre de la Constitución», cuyos artículos 2º y 8º son ya un insulto a la inteligencia y un oprobio.

No hablaré de los «sucesos de Vitoria» donde, como ministro del Interior, negó estar allí mismo, presente, cuando asesinaron a cinco obreros. O Montejurra eta abar. Incluso, cuando el 23-F, advirtió al consejo del PP de que sería conveniente estar preparado para formar un gabinete de emergencia -de «concentración nacional», en expresión de la época, con Múgica, Tamames y cía.-, según confesó Jorge Verstrynge, secretario general a la sazón, con quien hoy me tomaría unas cañas.

Fraga -según Gustavo Luca de Tena- asiste a la facultad con uniforme oficial de infantería, botas de montar y una fusta, amén de bigotito lápiz entre Serrano Súñer y Clark Gable. Un falangista (católico) y, como buen falangista, antimonárquico y, como el general Prim, antiborbónico. Fue el fascismo mussoliniano -y su versión española joseantoniana- quien inventó la «Tercera Vía», o sea, ni capitalismo ni socialismo. Como el «laborista» Tony Blair.

Fraga, un hombre coherente, nunca renegó del franquismo, un periodo -decía- que hay que asumir y seguir hacia adelante mejorando lo que sea necesario, sin exponer a la nación a nuevas aventuras o desastres. Era la Reforma, sin ruptura democrática ni aferrarse a lo habido: llegaba la «libertad sin ira». Y la gran frase de este prohombre y prócer de la democracia: «o se entra en el juego -las reglas del juego- o en realidad se quiere otra cosa». Carrillo, que nos sobrevivirá a todos, lo entendió a la primera. Y, bueno, de aquellos barros estos lodos, que se dice.

Gara