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El PNV y sus circunstancias (Xosé Luis Barreiro)

También los partidos, parafraseando a Ortega y Gasset, "son ellos y sus circunstancias". Y por eso es un error tratar de entender su acción política, o analizar sus proyectos, en función de lo que pasa en sus asambleas o de lo que dicen sus estatutos, ya que lo más frecuente es que las circunstancias externas, siempre cambiantes, descubran problemas o impongan objetivos que a nadie gustan ni nadie había previsto.

Si hablamos concretamente del PNV, y de lo sucedido en su VI Asamblea General, nadie puede negar que el partido fundado por Sabino Arana está en un momento dulce y estable, con mucha seguridad en sus trayectos y objetivos, y perfectamente unificado entorno al liderazgo de Iñigo Urkullu. Más aún, si hacemos balance de lo sucedido desde hace cuatro años, también es posible aportar un envidiable balance de gestión en el que figuran tres victorias electorales consecutivas, un protagonismo decisivo en los procesos de transferencias y de implementación del Estatuto de Gernika, una contribución decisiva a un proceso de paz que se cierra en los términos que siempre previó y defendió el PNV, y una apuesta de Estado en la que se evitó que el fin del zapaterismo fuese un caos indeseado y peligroso. Por eso se entiende que el propio Urkullu haya resumido este éxito en la vuelta al "gobierno de verdad" -el del PNV- que necesita Euskadi.

Pero si ahora volvemos al principio de que los partidos "son ellos y sus circunstancias", también se hace evidente que los contextos en los que va a operar el PNV durante los próximos cuatro años son oscuros e inciertos en diferentes aspectos, y que Íñigo Urkullu puede verse obligado a maniobrar sobre una gincana de obstáculos que hace su nuevo mandato bastante imprevisible. Veamos brevemente por qué.

La holgada mayoría absoluta del PP, la evidencia de un acercamiento de Rajoy a CiU, y la posibilidad de que las concesiones fiscales a Catalunya se traten de compensar con una revisión del Cupo vasco, abren un frente en la política de Estado que puede ser para el PNV mucho más difícil y menos vistoso de lo que fueron las relaciones con Zapatero.

La presencia de Amaiur, y el escaso acierto con el que el PP va a tratar el fin del terrorismo armado, puede acrecentar la incertidumbre electoral en la que se desarrollaron las últimas elecciones que el PNV ganó por escaso margen. El fin de la coalición constitucionalista entre el PSE y el PP, que parece inminente y se adivinaba muy cómodo, puede verse complicado por la falta de tacto del PP y por la falta de reflejos del PSE, y Urkullu puede estar obligado, también aquí, a jugar todas sus bazas al milímetro.

La línea vertebral de las políticas que unificaron al PNV en el período pasado -"Derechos Históricos" y "derecho a decidir"- pueden dificultar sobremanera la relación con el PP, que, en cambio, parece contar con altos niveles de comprensión hacia sus políticas económicas y hacia la idea de que es necesario un cierto control -no especificado jurídicamente- sobre la descentralización política y económica del Estado. Y por eso serán necesarios esfuerzos y aciertos de máximo nivel para mantener la fuerza y la eficacia de estas líneas estratégicas.

Por eso creo, en conclusión, que los buenos auspicios que se derivan de una Asamblea ejemplar y de un liderazgo muy asentado y reconocido en la persona de Urkullu, no son suficientes para garantizarle al PNV los éxitos que había preparado a conciencia en los años anteriores. Porque, aunque los nacionalistas salen con matrícula de honor de sus exámenes internos, no conviene olvidar que el PNV es "él y su compleja circunstancia".

Deia