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Las pieles de Chacón

Un influyente socialista, apasionado seguidor de Carme Chacón, me decía que la ex ministra es la oportunidad histórica de que el PSOE sea gobernado por una mujer y catalana. Es decir, cambio histórico, apuesta catalana, las mujeres al poder y el resto de la retórica previsible. Todo tan bonito que sería, si fuera verdad. Pero sinceramente no creo que Chacón sea el cambio de nada, sino la continuidad, en versión femenina, del zapaterismo vacío e insulso que ha gobernado el partido los últimos años. Sobra decir que Rubalcaba tampoco es ninguna novedad, sino al contrario, pero entre el malo y la peor, Rubalcaba muestra una solvencia política e intelectual fuera de duda y, sobre todo, fuera del alcance de la insigne "Mande firmes". Y como ya hemos superado los tiempos en los que ser mujer era un valor político intrínseco, lo que queda no es un candidato con faldas, sino una opción posmoderna nacida bajo el cobijo de la enorme frivolidad ideológica que significó el buenismo zapateril. Chacón es una surfera de las ideas, tan vistosa y efectista, como vacía de contenido. De hecho, es la versión más precisa del pensamiento débil. De manera que ya se lo montarán los socialistas, pero tienen un problema entre ambas opciones: uno es la pesadez de las esencias del pasado, y la otra es la futilidad del presente. Es decir, o submarinismo hasta las cuevas jurásicas o surfing por las olas de la Barceloneta. No parece una maravilla de horizonte.

Y si por lo de mujer no creo que sea vendible el producto, el adjetivo de catalana es una irritante tomadura de pelo. Chacón practica aquella máxima oportunista del "soy de donde toca, en función de lo que quiero". Se presentó por Barcelona y se enfundó la senyera como si fuera la reencarnación de Violant d'Hongria. Después se fue a jugar con tanques y se olvidó de que existía el planeta Catalunya. No le vimos el pelo en cuatro años. Después vuelta a empezar, probablemente convencida de que los catalanes somos bobos. El producto fue a la quiebra y ella volvió al palacio de invierno del madroño, con el íntimo deseo de conquistarlo. La senyera ya no le servía para nada, y plantó su palmito en Andalucía, donde entre fandangos y bulerías se hizo perdonar que un día había sido catalana. Ahora dice en el Diario de Sevilla que luchará "con uñas y dientes" contra el pacto fiscal, como si eso le otorgara la pátina definitiva de españolidad. No hay nada más efectivo que ir contra las reivindicaciones catalanas para hacerse un lugar bajo el sol español. Y si gana olvidará definitivamente que un día pisó estas indignas tierras. Pero si no gana, tiempo al tiempo que Chacón cambia tanto de piel que aún la veremos proclamando la república catalana. Es lo que tiene el surfismo ideológico, que nunca tiene la tentación de nadar hacia el fondo de nada, y siempre se mueve por donde sopla el viento.

La Vanguardia