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Los otros perdedores (Oriol Pi de Cabanyes)

Mañana vuelve a hacer años de la entrada del ejército triunfante por la Diagonal. Claro que hubo vencedores y vencidos de la Guerra Civil, individualmente hablando. Fuesen ganadores o perdedores de la guerra, todos los catalanes mínimamente conscientes de serlo (y que Catalunya es algo más que una simple región de una España uniforme) llegaron pronto a la conclusión de que el franquismo los condenaba todos a perder el alma. Maurici Serrahima vuelve a Catalunya desde el exilio tres días antes del Once de Septiembre de 1940, que es vivido en reclusión forzosa. Y en su dietario anota una reflexión que –como ha escrito Hilari Raguer– “es quizás el pasaje más patético y a la vez más lúcido” de sus interesantes notas de aquellos años de posguerra. “Por la calle todo es silencio. Veo Barcelona decaída. La conciencia de la derrota está presente en el espíritu de todos, hasta de los que creen que han ganado [el subrayado es mío]. De aquí viene una especie de complejo de inferioridad colectivo, pero también una sensación de dignidad. La aceptación de los hechos es la base primera para cambiarlos en el futuro”.

Otro testimonio de esta “conciencia de la derrota” hasta en algunos de los más conspicuos representantes de los vencedores de la Guerra Civil nos lo ofrece también Serrahima en el segundo volumen de su extenso dietario (transcrito y editado a cargo de Josep Poca). El 10 de junio de 1955 el arquitecto Bonet i Garí le cuenta que días atrás José M. Milà y Camps, el conde de Montseny (que había sido nada menos que presidente de la junta liquidadora de la Mancomunidad y presidente de la Diputación de Barcelona entre 1925 y 1930 y nuevamente en 1939, “año de la Victoria”), mientras visitaba la fábrica La España Industrial y “ante una bandera española que ondeaba en alguno de los locales, les habló de cómo él siempre había sido defensor, con emoción (…) y se desahogó, casi con tono de confidencia, sobre el entusiasmo y la vibración con que, en Burgos, seguían los progresos de la guerra civil y esperaban tantas cosas, dentro de sus ideas, de la victoria. ‘Pero –añadió–, cuando volví a estar aquí, y al cabo de muy poco tiempo, me di cuenta de que yo también era un vencido’”. Son muchos los testimonios de cómo los catalanes que hablaban catalán fueron mal recibidos en el Burgos franquista. Y el mismo Cambó murió en el exilio convencido de que el 1939 había sido mucho peor que el 1714...

La Vanguardia