Lástima que los jueces argentinos no hayan tenido tiempo de juzgar a quien tanto hizo por la dictadura en España. Lo que nos hubiera gustado juzgarte por cómplice de genocidio. Te vas entre ruinas. Las de los tuyos. Las de la España que nos has legado. Incluso con mayoría absoluta. La ruina que construiste toda tu vida. Una ruina que medimos con parámetros de democracia. Otros te miden con reglas de dictadura. Y te ven grande.
Hoy, cuando siguen muriéndose en el anonimato españoles y españolas que se jugaron todo por defender la democracia, tú eres el ensalzado. Y eso nos obliga a recordar quien en verdad eras. ¿A quién no le pesa tu apoyo decidido a la dictadura cuando valora tu persona? Te defienden asesinos con los que tienes un aire de familia (¿cuántas sentencias de muerte firmaste en los gobiernos de Franco?). O hijos de asesinos. Quizá también algún despistado. Imbéciles nunca han faltado. Aunque el grueso de tu recuerdo viene de tus comilitones de la guerra civil. Matasteis mucho. Como para olvidaros.
Estás a la altura de tu adorado Franco, de tu respetado Pinochet (¡cómo te moviste para que Garzón no lo juzgara!), de Videla. Te pusiste al lado de la escoria del siglo XX. Nos hubiera gustado verte encarcelado, juzgado, acusado. Arrepentido no, porque siempre despreciaste a los demócratas. Tú eres de los que no se arrepienten. Tanto odiabas. A las mujeres a las que rapaste la cabeza por que siempre fuiste muy hombre, a los militantes a los que contribuiste a asesinar, a la gente honrada a la que insultaste incluso después de muertos. Tú justificaste el asesinato de Grimau. Todo un padre de la Constitución celebrando el asesinato extrajudicial de un tipo cuyo delito fue defender la democracia. Qué lástima que no haya vida después de la muerte para que te cobren tanta infamia. Aunque quitarais todos los recuerdos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol la memoria es perseverante. Ahí mismo, en Sol, está la memoria de los que ayudaste a asesinar.
Te mueres pero no olvidamos. Te va a acompañar siempre nuestra memoria. Como cómplice de asesinos. Como franquista. Como arrogante. La calle era tuya. Nuestro es el desprecio. Dijiste que había que reprimir con mano dura en Vitoria. Y llenaste Vitoria de muertos. Cuánta muerte te ha acompañado siempre.
Pero no creas que nos quitas sosiego. No vamos a pensarte mucho. Sólo hoy, que te querrán ensalzar. Nosotros, hoy, en cambio, agradecemos a los que lucharon por la democracia. A los que tú asesinaste. A los que quisiste condenar al olvido. A los que encarcelaste, golpeaste, espiaste. En Alemania, cuando cayó el comunismo, todo el mundo pudo ver sus archivos policiales. Aquí no nos dejan hacerlo. Saldrías mucho en esos papeles. Persiguiendo demócratas. ¿Te tenemos que recordar como un padre de la patria?
Estas palabras son para que nadie se engañe. Cuando los mercenarios te ensalcen, nosotros dejamos claro nuestro desprecio por todo el daño que hiciste. La democracia no debe celebrar a los que han luchado contra la democracia. Aunque haya que recordarlo precisamente hoy, que te empeñas en marcharte haciendo ruido.
Toda muerte es una derrota. Incluso la tuya. No me alegro de que hayas muerto. Pero no nos engañamos. Ha muerto un aprovechado cuyo principal interés fue él mismo, un autoritario, un arrogante, un fascista. Alguien al que le debemos buena parte de lo peor de la Constitución, lo que la hace menos democrática (el papel del ejército, la monarquía, el sistema electoral, el catolicismo, el apoyo a la escuela privada…). Y si por ti fuera, no hubiéramos tenido ni divorcio ni las mujeres derecho alguno.
Que tu dios te recoja y te pida cuentas. Por cada inocente que humillaste, por cada demócrata que mancillaste, por cada persona honrada que insultaste. Que te dure la eternidad el pago por tu vida haciendo daño.
Nos vamos a acordar de todo el dolor que causaste. ¿Que embridaste a la derecha? Es decir, tenemos que estaros agradecidos porque decidisteis seguir mandando también en la democracia.
Veo sonreír a las mujeres de los mineros a las que cortaste el pelo para humillarlas… Te tienen lástima. Incluso después de muerto. Porque somos mucho mejores que vosotros. Que la tierra te sea leve.
Mucho más de lo que nunca nos deseaste.
Y gracias por recordarnos que tenemos que seguir peleando. ¿Qué democracia vamos a tener mientras siga este relato de la Transición que confunde los papeles?
Nuestro recuerdo, sólo para los demócratas.
Tras los mares del sur, Público