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El tesoro en riesgo del PP (Josep Lobera, José Pablo Ferrándiz)

Josep Lobera y José Pablo Ferrándiz son director de investigación y vicepresidente de Metroscopia, respectivamente.

No es ningún secreto. El PP ganó sencillamente porque el PSOE perdió. Los votantes socialistas dejaron caer el Gobierno de Zapatero, huyeron convencidos de su mala gestión de la crisis. Nótese que si quienes votaron por su segundo mandato, en 2008, hubiesen vuelto a respaldar la opción socialista, Mariano Rajoy hubiera seguido siendo el líder de la oposición - o, quizás como él mismo sospecha, esa silla habría sido ocupada ya por otra persona -. Pero la fuga del PSOE fue masiva, un 40% de su electorado, y la clave de la victoria de Mariano Rajoy. El PP ha recibido algo más de 1.800.000 votos nuevos, como analizamos en este diario una semana después de las elecciones en "Fidelidad y fuga".

¿Quiénes son estos nuevos votantes populares? Provienen de sectores más próximos al centro que quienes también votaron por Rajoy en 2008 (5.6 frente a 6.2, respectivamente, en una escala de autoposicionamiento ideológico de 0 a 10). También su perfil de religiosidad se acerca más al de la media española. Sin embargo, su percepción de la crisis económica es algo distinta. En concreto, los nuevos votantes están más preocupados por su economía familiar y la influencia negativa que pueda tener sobre ella la situación general. Entre ellos, la economía doméstica es peor (o se percibe algo peor), especialmente entre el millón largo que provenía de las filas socialistas. Ante todo, la apuesta por el partido de Rajoy presenta una motivación pragmática, vinculada a la creencia de que se trata de la formación más capacitada para gestionar la crisis económica (opinión expresada por ocho de cada diez nuevos votantes populares).

La prioridad que hoy los ciudadanos dan a la economía es máxima. Todo el mundo espera un año de medidas difíciles. Rajoy es consciente de que las reformas económicas implicarán protestas sociales, así lo confesaba a su colega finlandés, y parece dispuesto a asumirlo. El panorama de los próximos meses no es sencillo, pero el PP tiene un gran rédito para llevar a cabo sus políticas: acaba de ganar unas elecciones generales por mayoría absoluta. Y hoy las volvería a ganar. Esa es una gran ventaja que ya querrían, por ejemplo, Monti y Papademos para ellos; un tesoro político que, bien dosificado, puede hacer transitar al Gobierno por una senda que solamente sea difícil.

Sin embargo, la estrategia que parece estar siguiendo el Consejo de Ministros pone las bases para que esa sólida ventaja empiece a agrietarse: incluir medidas que pocos reclaman y que son percibidas como innecesarias por la mayoría - véase las modificaciones de temarios en educación o el retroceso en derecho al aborto -. La polvareda que levantan tiene una doble virtud: alejar al votante de centro y unir al electorado del PSOE. Justamente la antítesis de las dos claves que permitieron la victoria de Rajoy el 20-N.

El electorado español no es como el de hace diez años, ni siquiera como el de antes de la crisis. Tiene puesta su prioridad en buscar alternativas políticas que le saquen de la crisis y, según su orientación ideológica, busca recetas a derecha o a izquierda. La gran mayoría da por buenas las innovaciones sociales del Gobierno de Zapatero, no así su política económica. Reformar las reformas sociales de los últimos años, ya asentadas en la sociedad, además de colocar el foco en asuntos no percibidos como prioritarios por la población general puede provocar el rechazo de una parte del centro y la izquierda que los considera necesarios. Una estrategia dudosa en un año de duros recortes y recesión económica.

El País