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Volar para contarla: sobre cómo aterrizar sin que te secuestren en Somalia (Hernán Zin)

Con el piloto Charles Waruru (izquierda) y el resto de la tripulación tras aterrizaje de emergencia por un pinchazo sufrido al despegar de Galkayo, Somalia

Si esperabas aprovechar la parada para bajar a estirar las piernas, ir al baño y comprar algún souvenir o perfume en las tiendas libres de impuestos, lamento decirte que el aeropuerto de Galkayo te resultará lastimosamente decepcionante.

Los restos oxidados de un avión de Garowe Airlines, un par de contenedores al final de una pista de tierra, una larga fila de todoterrenos de ONG, tipos con AK47 allí donde mires… y el encargado de seguridad del aeropuerto que apenas asomas la cabeza y empiezas a bajar la escalera te grita desde la pista: “¿Qué haces? ¿Quieres que te maten? Guarda la cámara. Vuelve a tu asiento”.

Atontado por el resplandor de un sol inmisericorde que se refleja en el fino manto de arenisca ocre que en esta parte del mundo todo lo cubre, ni tiempo te da para preguntar a cuánto venden la nueva fragancia Eau de Somalia de Thierry Mugler. Así de amigable y entrañable es el sitio.

- Una llamada a la suerte.

Lo que te cuenta el piloto en la cabina, mientras ves cómo los pasajeros que van a subir al avión son cacheados al comienzo de la pista, tampoco ayuda a acrecentar tu cariño por el aeropuerto de Galkayo.

“Es el peor lugar para aterrizar en Somalia”, arranca el capitán Charles Waruru, que conoce como pocos el trasfondo de la actividad aérea del país. No en vano vuela allí dos veces por semana para el Programa Mundial de Alimentos. “A medida que nos acercamos, cada veinte minutos llamamos a nuestro hombre en tierra para que nos diga cómo está la seguridad. Uno de nuestros mayores miedos es a los secuestros”.

¿Y si el hombre que está en tierra – porque en la torre de control no está ya que el aeropuerto no tiene, al igual que free shop – fuese a su vez amenazado con armas para hacerlos aterrizar?

“Lo mismo que si nos esperan entre los arbustos, poco podemos hacer”, explica Waruru. “Ya ocurrió hace dos años, unos pilotos estaban por aterrizar, les dijeron que no había problema, y apenas tocaron tierra aparecieron unos tipos de la vegetación y se los llevaron. Nueve meses permanecieron prisioneros”.

- ¿De qué nacionalidad?

- Kenianos, creo. Un vuelo de la Unión Europea. Terrible.

- Entre piratas y terroristas.

Situada en la frontera entre las regiones semiautónomas de Puntland – famosa por ser la cuna de la piratería en Somalia – y Galmudug, la ciudad de Galkayo sufre el acoso tanto de los insurgentes-terroristas de Al Shabab como de diversos señores de la guerra y milicias irregulares.

La lista de secuestros que han tenido lugar en Puntland, y en particular en la zona de Galkayo, es extensa. Desde el periodista francés Gwen Le Gouil en 2007, pasando por la médico española Mercedes García y la enfermera argentina Pilar Bouza que trabajaban para MSF aquel mismo año, y el fotógrafo gallego José Cendón en 2008, hasta el más reciente de un danés y una estadounidense que estaban desactivando minas para el Danish Demining Group (DDG) en octubre de 2011 en las inmediaciones del aeropuerto de Galkayo.

Los pasajeros empiezan a subir al avión. Marie Mumu, la azafata, les da la bienvenida. La mayoría son cooperantes extranjeros. Llegan congestionados por el bochorno y el polvo, sin aliento, con el pasaje en la mano, pero algo me indica, quizás cierto gesto de distensión, quizás cierta sonrisa reprimida, que están contentos de salir finalmente de Galkayo. Eso sí, no lo harán sin llevarse un buen susto final, que nada es fácil en Somalia.

Viaje a la guerra, 20 Minutos