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De Segovia a Sorogain, en memoria de Oriol Solé

Documental y acto de recuerdo de la fuga de 1976

Era 5 de abril, como el sábado de la semana pasada, cuando los protagonistas se volvieron a encontrar en Sorogain. Corría 1976, con Franco recién muerto y la convicción general de que no habría ni reforma sin amnistía. Poli-milis planificaron la fuga a la perfección, pero todo se torció al final. El anarquista catalán Oriol Solé fue abatido a tiros cuando ya tocaban la muga. Su sobrina ha recopilado ahora los testimonios de aquella huida

ETA P-M y MIL.- Un primer intento de ETA militar en 1975 fue fustrado. La fuga de 1976 estuvo liderada por ETA político-militar y escaparon también anarquistas como Solé, que pertenecía al Movimiento Ibérico de Liberación (MIL)

Se reúnen todos los años, así que uno de ellos, en broma, bautizó el grupo como ``The Segovia Big Band''. Y ese es el título que ha tomado el documental sobre la huida realizado recientemente y que recupera esa historia nunca olvidada, basándose en las impresiones de los protagonistas sobre la época y también de lo que ha venido después. Un trabajo especialmente emotivo porque su autora es Gemma Serrahima, sobrina del único fallecido en la huida, el anarquista catalán Oriol Solé Sugranyes.

Su madre, Xita, que hoy tiene 94 años, cierra la cinta en el cementerio de Bor (Lleida), donde está enterrado Oriol, en la que canta en catalán una pieza tradicional titulada ``Rossinyol (ruiseñor) que vas a França''. Xita también la entonó este pasado sábado, como hace habitualmente en cada acto conmemorativo por su hijo. La letra es muy emblemática porque Solé y sus 28 compañeros estuvieron realmente cerca de culminar la hazaña, pero finalmente solo cinco pudieron cruzar la muga.

Bajo el drama de la muerte de Oriol, ¿qué queda? Para los protagonistas, el orgullo de haberse enfrentado «a una dictadura con la que estábamos dispuestos a acabar a cualquier precio personal», según resume Bixente Serrano Izko, uno de los huidos. Y el de haber dado impulso a la reivindicación de la amnistía, que terminaría materializándose antes de que pasara un año.

«La lucha de ETA fue la que desestabilizó absolutamente el franquismo, nosotros contribuimos a que la democracia fuera real entre comillas», resume Miren Amilibia, miembro del comando que ayudó a los fugados de prisión desde el exterior y la única que consiguió llegar a la meta sin ser detenida. Amilibia no faltó a la cita del sábado en Auritz. Puede decirse que fue «un día histórico -apunta Gemma Serrahima-, porque vinieron todos los entrevistados en el documental, todos los que se fugaron y aún quedan vivos, descendientes de los que ya han muerto, gente allegada a la lucha antifranquista...»

- ¿Fracaso o revulsivo?

Con la perspectiva que dan ya 38 años, la fuga tiene el sabor amargo de haber acabado en tragedia, pero también un toque dulce y sin duda muchas connotaciones épicas. Josu Ibargutxi cuenta que el propio Solé salió de los muros de Segovia alucinado. No era para menos porque había llegado al penal, desde La Modelo de Barcelona, apenas tres días antes de la huida. Los poli-milis no dudaron en incluirlo en el grupo, así que él se evadió también por el conducto de las aguas fecales prácticamente sin saber nada. Cuenta Ibargutxi que cuando llegaron al río y Oriol vio que sus compañeros incluso se habían preocupado de sacar ropa de recambio para él, exclamó: «¡Esto es increíble, la que habéis montado aquí!». Fue la última vez que habló con él, recuerda Ibargutxi con emoción.

«Fue una operación brillantísima», valora Joxan Mujika, otro de los intervinientes. La big band destaca que fue un trabajo colectivo, en el que otros presos colaboraban haciendo ruido para que la excavación del túnel pasara desapercibida, o sacando tierra a escondidas poco a poco... La huida de 29 presos ni siquiera fue percibida durante cuatro largas horas. Hasta eso lo tenían preparado: durante las semanas anteriores los presos se habían dejado ver poco por las galerías, retirándose a sus celdas la mayor parte del tiempo, con el objetivo de que a los funcionarios no les extrañara el vacío en el momento de la fuga.

Ese margen de tiempo resultó vital para que, escondidos en un camión, los fugados pudieran llegar hasta el Pirineo navarro. Ahí empezó a torcerse todo. No consiguieron establecer el contacto con quienes les tenían que ayudar a pasar la muga. Surgieron las dudas y el nerviosismo pudo más; se echaron al monte, ya de noche, entre una espesa niebla, sin saber adónde iban. La misma niebla, por cierto, que este 5 de abril también se hizo presente en Sorogain, como si ella tampoco quisiera perderse el homenaje a Oriol. En el documental, Mikel Laskurain rememora que «íbamos por una pista, como un rebaño de ovejas, por un camino de grava... Metíamos mucho ruido, ¡aquello era un suicidio!». Poco después, «vi una luz, una linterna, se oyó `alto ¿quién vive?'... y después una descarga de ametralladoras».

- De la captura a la amnistía.

La estampida posterior dio paso a un goteo de detenciones, mientras amanecía el 6 de abril. No habían logrado llegar a Urepel, que era el rumbo que, sin saberlo, tomaban sus pisadas. Estaban en Sorogain, entre Auritz y Aurizberri, donde la familia colocó después un pequeño monolito en honor a Oriol Solé, al que volvieron en este reciente homenaje. Ya no había escapatoria, así que varios optaron por bajar al pueblo y dejarse atrapar al menos en presencia de testigos. Remarcan que algunos de sus capturadores estaban más nerviosos casi que ellos. Guardia Civil, Policía Armada y hasta Ejército español y Policía francesa formaban el cerco.

Únicamente cinco encontraron refugio, en un chalé deshabitado de la zona. Pasaron allí varios días que nunca olvidarán por muchos años que vivan. Días en los que pudieron oír en la radio la noticia de su propia fuga -y la trágica muerte de Oriol Solé-, y en los que a Amilibia le dio por leer una novela titulada ``Animal acorralado''. Koldo Aizpurua bromea con que ellos le pedían a Miren que les contara a ver cómo acababa el libro, que por su título parecía reflejo de su situación y quién sabe si premonitorio.

Lograron sobrevivir y cruzar la frontera, después de haber dejado incluso algo de dinero a los dueños de la casa para compensar los gastos de aquellos días. A cuatro de los cinco los apresaron después y confinaron en la isla de Yeu, como a tantos otros vascos, de donde también escaparían. En cuanto a Miren Amilibia, quedó libre pero admite que durante un tiempo le persiguió un sentimiento de responsabilidad por no haber conseguido convencer a sus compañeros para que no se echaran al monte, sino que esperaran escondidos en el camión.

Fracaso, sí, por tanto. Pero operación brillante también, al menos en su origen. Y otra cosa: la fuga estaba planteada también como «una inyección de moral», remarca Bixente Serrano Izko. Lo dijo también en el acto del sábado: «Acabó con la muerte del compañero Oriol y como un intento fallido para la mayoría de quienes directa o indirectamente participamos en ella, pero supuso también un movimiento, un movimiento de vitalidad moral y política, que pone de relieve, como dice a su manera el poeta Claudio Rodríguez, la fuerza de la necesidad de huida por encima de la aspiración a una meta, a un objetivo, por encima del afán de búsqueda de un fin concreto».

El caso es que la amnistía se lograría poco después: «Sabíamos que no había democracia si no vaciaban las cárceles», inciden los protagonistas. Y la fuga de Segovia, sin llegar a la dimensión y el drama de la de Ezkaba en 1938 (con más de 200 muertos), quedaría entonces como una gran referencia para toda una generación. Durante muchos años, más incluso que la de Iruñea, durante décadas enterrada por el espeso manto de silencio franquista.

Casi cuatro décadas después, los protagonistas evocan todo aquello con una mezcla de sensaciones, desde la tristeza al humor mezclados como satisfacción, cariño, orgullo... Evocan también en el documental cómo habían llegado a ETA desde diferentes inquietudes: la nacional, la cultural, la obrera, la internacionalista... Sus caminos se separarían igualmente después -sus lecturas de los avatares posteriores son diferentes-, pero vuelven a confluir una vez al año en el monolito por Oriol.

- «Estos temas interesan a la gente, se está moviendo mucho».

Gemma Serrahima partió de una inquietud personal: profundizar en el caso de su tío Oriol, del que tanto había oído hablar en su casa. La historia en sí, la huida, ya estaba contada con bastante detalle, así que el trabajo ha tomado más el carácter de testimonio coral, y de paso de reflexión abierta sobre la militancia de ETA en el franquismo y el nuevo tiempo actual. «Oriol es el enlace que me permitió llegar a ellos», explica, situando el auténtico protagonismo en los fugados: «El documental está hecho solo con una cámara porque queríamos ser pocos en el equipo -dos- para crear el clima de confianza en que nos movimos. Solo pretendíamos eso: poner una cámara y conversar sobre diferentes temas. Y es lo que atrapa al espectador, que al final tiene la sensación de haber estado sentado con ellos en una misma mesa».

En tiempos en que mandan historias oficiales -la muerte de Adolfo Suárez- o películas ligeras que rompen taquillas, en su humildad trabajos así se agradecen: «Se está moviendo mucho, a la gente le interesan estos temas. Y es fundamental mantener la memoria y el recuerdo vivo de lo que pasó en aquella época».

(Ramón Sola, Gara)