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Taiwán, la era suave y firme

Tras las lágrimas de sus seguidores en 2012, cuando el conservador Kuomintang ganó las elecciones, dando la presidencia a Ma Ying-jeou, Tsai Ing-wen instó a “no rendirse”, a seguir intentando que el Partido Demócrata Progresista (PDP) alcanzara el Gobierno de Taiwán. El pasado 16 de enero pudo cumplir su promesa, pues su formación logró la mayoría parlamentaria. La alegría fue estentórea, y es que Tsai había logrado un hito histórico: la primera mujer que encabeza un Ejecutivo de habla china, independentista y vencedora por mayoría, y todo ello sin pertenecer a una dinastía política.

Como no podía ser de otra manera, Pekín respondió el mismo 16 de enero: Taiwán es considerada parte de su territorio, y la independencia es impensable para los gobernantes chinos. Tras conocerse los resultados electorales, la Oficina de Asuntos de Taiwán del Gobierno de Pekín anunció que seguiría respetando el llamado “Consenso de 1992”, que reconoce que sólo hay una China, aunque interpretada de forma diferente por ambas partes, y se opone a la independencia de la isla. “Nuestra política fundamental es consistente y clara, y no va a cambiar por los resultados de las elecciones de Taiwán. Vamos a oponernos resueltamente a cualquier forma de actividades separatistas”, afirmó en un comunicado la Oficina de Pekín.

- Dialogante y persuasiva.

La nueva presidenta ha colocado en una posición difícil a Pekín. El Gobierno añadía, tras su nombramiento, que China estaba dispuesta a “fortalecer los contactos e intercambios” para “salvaguardar la base política común” con el fin de mantener relaciones pacíficas “y la estabilidad”, en un “futuro brillante para toda la nación china”. La abogada, economista y docente, que acaba de cumplir 60 años, viene trabajando con suavidad pero persuasivamente: a pesar de su corta experiencia en política, llevó al PDP a un éxito histórico, gracias a su carácter dialogante y su perseverancia y pragmatismo. Austera y de aspecto sencillo, no es arrolladora a primera vista, y así viene trabajando, enfatizando una imagen profesional y alejada de extremismos. Ha sido criticada por hablar de Angela Merkel como un referente, pero es fácil ver las similitudes entre ambas: la determinación y capacidades intelectuales de la canciller son, afirma la líder taiwanesa, “lo que necesitamos para gobernar un país moderno”.
Y esas herramientas mantienen a la presidenta en su firme defensa de una identidad propia de Taiwán, separada de China. Todo ello ha sumado el 56,2% de los votos populares, frente al 31% del monumental Kuomintang (KMT). Eso y las promesas de cambio ante el descontento de la población por la gestión económica y el acercamiento a China de un dubitativo KMT.

En los 90, trabajó con el presidente Lee Teng-hui en la democratización de la isla, y en la apertura a negociar con China, inquietando en 2007 al Gobierno de Pekín. Y sigue dándole dolores de cabeza, pues China se niega a una hipotética declaración de independencia. El Estrecho de Formosa está en jaque.

Ing-wen, de familia acomodada pero con mentalidad de servicio social, es una afrenta. Como mujer, también, ya que es la cara visible de los avances en igualdad de una República considerada machista, pero que, en cambio, superan ya a la República Popular China, Japón y Corea del Sur. Incluso hay informes que sitúan a Taiwán al nivel de los países nórdicos, señaló Yuanfang Magazine.

(Cristina M. Sacristán, Deia)