Más de 11.000 entradas y 1.050.000 visitantes desde el 9 de octubre de 2011

Zarzalejos: invitación rechazada (Ignacio Sánchez-Cuenca)

Profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III y consejero editorial de CTXT

Hace un par de semanas, José Antonio Zarzalejos escribió un artículo en el que criticaba mi libro 'La desfachatez intelectual'. En dicha crítica deslizaba afirmaciones inexactas que eran irrelevantes para la cuestión que se ventilaba y que además deformaban algunos datos sobre quien esto escribe.

Llamé la atención sobre todo ello en un artículo en el que evité cualquier referencia personal y traté de centrar el debate en otros asuntos, pero veo que no ha servido de nada. En dicho artículo invitaba a Zarzalejos a debatir sustantivamente sobre los asuntos en los que no estamos de acuerdo, como las tesis de Antonio Muñoz Molina sobre la crisis económica y política de España o la aproximación moralista a la cuestión del terrorismo. Se nota que Zarzalejos no está acostumbrado al intercambio de opiniones y menos aún a que le lleven la contraria. En lugar de entrar en materia, ha preferido, en un segundo artículo, perderse en supuestas ofensas. El tono ofendido está fuera de lugar, pues no incluí ataque u ofensa alguna a su persona.

No sé muy bien hasta dónde llega la paciencia de los lectores, pero considero necesario llamar la atención sobre algunos de los trucos que emplea Zarzalejos.
En primer lugar, resulta muy llamativo que, en su segundo artículo, Zarzalejos no incluya un vínculo a mi respuesta ni indique en qué medio ni cuándo apareció este. De esta manera, el lector de El Confidencial solo puede leer las críticas de Zarzalejos y no mi respuesta. Supongo que este proceder revela la manera en la que el periodista concibe un debate: hurtar a los lectores la mitad del mismo.

En segundo lugar, Zarzalejos se resiste a reconocer un error o un exceso, algo que ya señalé como rasgo típico de nuestra esfera pública en La desfachatez intelectual. Zarzalejos afirmó que yo soy un intelectual orgánico del zapaterismo y se hizo eco de habladurías según las cuales yo estuve asesorando al presidente Zapatero e inspiré la Ley de memoria histórica. Le indiqué en mi artículo que esto último es radicalmente falso. Sobre la acusación de intelectual orgánico le proporcioné algunos datos, incluyendo un libro mío sobre la etapa de gobierno socialista entre 2004 y 2011, así como le mostré opiniones que he defendido durante muchos años y que son contrarias al ideario del PSOE, pero Zarzalejos, lejos de rectificar, vuelve a insistir sobre ello. En países con un debate público más riguroso que el nuestro este tipo de actuaciones no resultan admisibles.

En tercer lugar, la respuesta de Zarzalejos se basa en una equivocación elemental entre crítica a las opiniones y ataque a la persona. Las opiniones, tesis y argumentos que alguien defiende se exponen a una crítica inmisericorde por parte de los demás. Yo he sometido a una crítica muy dura, por ejemplo, las tesis de Muñoz Molina expuestas en su libro Todo lo que era sólido. Pero eso no tiene nada que ver con un ataque personal a Muñoz Molina. He procurado desligar en todo momento la crítica a las opiniones de los ataques personales. En este sentido, Zarzalejos sigue sin proporcionar un solo ejemplo de ofensa personal o argumentos ad hominem. Menciona juicios míos muy críticos con ideas ajenas, pero creo que en ese terreno no debe haber límites. El problema es cuando alguien pasa la frontera y atribuye las posiciones de su rival a intereses espurios, a complicidades innombrables, a motivaciones ocultas, entrando en el juicio de intenciones y en la ofensa personal, como hizo el propio Zarzalejos en su artículo inicial o Jon Juaristi en un artículo cargado de acusaciones personales e insultos contra mí.

En cuarto lugar, Zarzalejos se escandaliza ante algunas opiniones mías en La desfachatez intelectual, pero no aporta argumentos o razonamientos para refutarlas. Simplemente se lamenta de que se me ocurra criticar las ideas de ciertas figuras consagradas. No se atreve a entrar en el debate que le proponía. Por ejemplo, le ofrecía entrar a debatir sobre el libro de Muñoz Molina, sobre los múltiples errores de hecho que contiene y sobre el sentido de las tesis más generales que defiende. Pero Zarzalejos parece pensar que estos autores, que tanto le impresionan, son intocables y, en lugar de entrar en materia, prefiere lanzar críticas ad hominem que además son falsas.

Los dos artículos de Zarzalejos son un reflejo fiel de su falta de voluntad para llevar a cabo un intercambio de opiniones y razones que no degenere en el ataque personal y en la indignación quejumbrosa. Por desgracia, esa actitud de Zarzalejos está muy extendida en nuestra clase intelectual y periodística, como queda reflejado en la pobreza de nuestro debate público. Zarzalejos ha preferido rechazar la invitación que le cursé a debatir sobre cuestiones sustantivas, optando por una respuesta huérfana de contenido y muy cargada de retórica. Una pena.

(Espacio Público)