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María: "Disfrutar de ser mujer, vivir la vida, eso no es para las jornaleras; para nosotras, puro trabajo”

Jornalera en el Valle de San Quintín, 20 años de edad

Si eres mujer, no puedes aspirar a tener un puesto mejor de trabajo, debes aguantar que el mayordomo te diga esto y lo otro, si eres mujer no puedes decir nada, si dices te pueden correr. Hay mamás solteras, no es mi caso pero tengo dos niños, una de casi cuatro años y otro de dos.

Cuando tengo trabajo, me levanto a las 3:30 o 4:00 de la mañana, hago comida para mis hijos y mi esposo, que también es jornalero; cuando tengo dónde dejarlos, dejo a los niños a una distancia de 20 minutos caminando, me regreso y me voy a trabajar. Entro a las 6:00, a las 11:00 me dan media hora para comer, después de eso vuelvo a trabajar y salgo a las 3:30 o 4:00 de la tarde. Paso por mis hijos, llego a casa a las 5:00 o 5:30. Luego doy de comer, limpio, lavo, preparo cosas y comida. Y así todos los días. Me acuesto a las 11:30 o 12 de la noche.

A veces no tengo donde dejar a mis niños y se quedan solos. No creo que eso sea algo bonito. Y no creo que sea justo que a pesar de todo lo que hacemos, trabajando de sol a sol de lunes a domingo, no pueda tener ni siquiera Seguro Social, no pueda tener prestaciones, vacaciones… Trabajando como estoy, no me da tiempo de convivir con mis hijos.
Así a una no le queda nada, es feo pero nos tenemos que aguantar.

Eso que dicen que como mujer tienes que relajarte, disfrutar de ser mujer, vivir la vida, eso no es para nosotras las jornaleras. Para nosotras hay sólo trabajo, levantarse temprano, quehacer, trabajar y trabajar y trabajar, eso es ser mujer. Yo tengo 20 años. Nací en este Valle, pero mis padres llegaron de Oaxaca.

Yo trabajo en lo que haya: tomate, fresa, chícharo, calabaza, cebolla, lo que sea. Lo más difícil es el tomate, una como mujer no puede levantar tanto peso como los hombres, pero si quieres sacar algo, pues lo haces… agarras dos botes llenos y los levantas a una altura de 2.5 metros para que los recojan en los camiones. Es muy pesado. También es difícil la cebolla, pues vas cosechando al ras del suelo.

Y lo peor es para las mujeres embarazadas. A veces están con dolores, a punto de tener al bebé y ni por eso las sacan del surco y las regañan si no se apuran.

En mi casa tenemos que trabajar los dos, mi esposo y yo. Pagamos una renta –allá en el Valle de San Quintín, lo mínimo es de 700 pesos al mes por un cuartito de metro por metro–, tenemos que pagar luz, agua, vestir a los hijos, y no alcanza. Nos pagan la jornada diaria a 150 pesos y nos dicen que eso es mucho dinero. Si fuera así, la canasta básica estaría más barata, abajo del salario mínimo, pero no es así. Además allá las familias jornaleras no tienen acceso a agua entubada, debemos comprarla. Yo compro un tambo de mil litros, me sale en cien pesos y me dura media semana, pues con eso lavo trastes, la ropa de los niños, nuestra ropa (no es fácil quitar la goma del tomate a la ropa de trabajo). Allá todo es caro y nos dicen que porque estamos cerca de la frontera con Estados Unidos. ¿Qué tiene que ver eso? Vivimos al día, a veces no alcanzamos a sacar la semana, a veces mi esposo mete horas extras, se levanta temprano, a las 6:00, y regresa a las 8 de la noche bien cansado. No es algo bonito para una mujer. Y eso de que subió el salario después de la movilización de 2015, no es cierto. Subió sólo si trabajas más.

Trabajo los siete días. No tengo día de descanso. Si uno falla un día, nos descansan. Nos castigan mandándonos de descanso. Hay ciertas temporadas del año en que no hay suficiente trabajo (debido a los tiempos específicos de cosecha de los cultivos). Entonces yo no trabajo, sólo trabaja mi esposo, pero nos limitamos mucho con un solo sueldo. A veces no alcanzamos a cubrir la semana. Y cuando mis niños crezcan los gastos van a subir, por la escuela, va a ser tremendo. Vamos a ver cómo le hacemos… pues, trabajando. Sí he buscado alternativas de trabajo pero no pagan lo suficiente, y además te piden preparatoria mínimo, hasta para barrer.

No es justo que mientras esto pasa, los políticos, senadores, diputados… gasten un sueldo sin hacer su trabajo. Gracias a nosotros están donde están porque les dimos el voto y no están haciendo su trabajo.

Yo ya resentí el trabajo en mi salud. Tengo cirugía de vesícula y aun así sigo trabajando. Mi enfermedad se originó por este tipo de trabajo, por malpasadas, por los mismos químicos, pues una va cortando y adelante va la maquina tirando líquido. Te dicen que no hace daño pero pasa el tiempo y te das cuenta que sí te afecta. Tengo un conocido de más de 50 años, es regador, de tanto andar en la bicicleta regando, terminó lastimándose la rodilla; está ahora en su casa dependiente de sus hijos porque no tiene nada. No tiene seguro social.

En los campos hay acoso y abuso contra todos pero en especial a las mujeres, y eso no viene precisamente del patrón. Él muchas veces no sabe qué está pasando. Él pone a alguien como mayordomo, alguien que antes fue jornalero, y entonces el mayordomo se siente más que los demás y te dice “el que paga manda” y aunque no sea su dinero, él dice qué vas a hacer y si te gusta bien, y si no, allí está la puerta. Abusan con todos pero más con las mujeres, pues no decimos nada, somos más vulnerables, pues si renuncias o te corren, ¿qué le vas a dar de comer a tus hijos? No es algo fácil.

(Lourdes Rudiño, La Jornada del Campo, La Jornada)