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Tomasz Wasilewski: "La Iglesia ha llegado a tener más poder en Polonia que el comunismo"

Director de cine

Nacido en la ciudad de Torun en 1980, debutó como director de largometrajes en 2012 con «W sypialni». Su siguiente trabajo, «Plynace wiezowce», concursó en numerosos festivales consiguiendo el máximo galardón en Karlovy Vary. Acaba de estrenar «Estados unidos del amor», película que le valió el premio al Mejor Guion en Berlín y que le confirma como uno de los grandes nombres del nuevo cine polaco

"Cuanto más mayores nos hacemos más nos encerramos en nuestra soledad, nos resulta más fácil relacionarnos a través del sexo que compartiendo nuestras emociones. El nuevo cine polaco coloca al ser humano en el centro del relato atendiendo a su especificidad como individuo y no tanto a su posición en el conjunto de la sociedad. Cuando ruedo, me pregunto: ¿Estoy haciendo bien mi trabajo? ¿hay suficiente verdad en lo que estoy contando? ¿lograré interesar realmente a alguien con esta historia?"

"Me limito a poner a mis personajes al borde del precipicio, es el espectador quien debe decidir si quiere salvarles o, por el contrario, empujarles al abismo"

“Estados unidos del amor” es una historia de soledades protagonizada por cuatro mujeres al borde del colapso emocional en medio de las incertidumbres que se cernían sobre la sociedad polaca de 1990. Sin embargo, Wasilewski prefiere aproximarse a aquel momento histórico centrando su mirada en las frustraciones afectivas que anidan en el alma de estos personajes.

- Esta es una historia de mujeres que permanecen encerradas en sus propias miserias y a las que les cuesta salir de esa suerte de círculo vicioso en el que se han convertido sus vidas. ¿Valen estos retratos para reflejar lo que era la sociedad polaca de 1990 en su conjunto?

- A mí me interesaba hablar de lo que fue aquel momento histórico desde el punto de vista de las emociones y no tanto perpetrar una suerte de fresco sobre el fin del comunismo en Polonia. Muchos de los sentimientos que se dan en las cuatro protagonistas de mi película podrían ser extrapolables a cualquier mujer de hoy en día porque la frustración que resulta de la represión de nuestros deseos es un argumento atemporal. Pero, obviamente, en aquellos años esas necesidades generaban un tipo de respuesta de muy corto alcance dado el estancamiento en el que vivía buena parte de la sociedad, y no digamos ya las mujeres, que sobrevivían prácticamente huérfanas de expectativas.

- ¿Cómo ha cambiado el mapa emocional de las mujeres en Polonia desde entonces?

- Desde que Polonia se abrió al capitalismo tuvimos una influencia cada vez más fuerte de la cultura occidental y eso nos condujo a una cierta emancipación. Hoy en día tendemos a vernos como individuos y no como parte de un colectivo, eso tiene sus contrapartidas, pero al menos a las mujeres les ha servido para descubrir la fuerza de su voz a la hora de expresar sus propias necesidades. Ese perfil de mujer capaz de decidir por sí misma, más allá de los imperativos sociales, me inspira.
- ¿Le inspira hasta el punto de contar una historia como la de esta película prescindiendo del punto de vista masculino?

- ¿Sabes lo que pasa? Que cuando se produjo la transición del comunismo al capitalismo y se pudo viajar fuera, muchos hombres abandonaron el país en busca de mejores sueldos. Eso fue, por ejemplo, lo que hizo mi padre, de modo que yo crecí junto a mi madre, mi hermana y sus amigas. Por eso, al evocar las tensiones emocionales que se produjeron en aquellos años de incertidumbre política me resultaba inevitable hacerlo desde la perspectiva de las mujeres.

- De todas maneras, en las protagonistas de su película, tanto o más fuerte que la presión a la que se ven sometidas por las derivas de un régimen totalitario es aquella resultante de la moral católica.

- Sí y esa presión continúa dándose porque Polonia era, y aún hoy lo es, una sociedad bastante tradicional donde la Iglesia tiene mucho peso. En su momento, incluso, se convirtió en un actor político de primer orden en la desestabilización del régimen comunista pero, cuando este cayó, la jerarquía católica lejos de conformarse con un rol secundario continuó reclamando su cuota de protagonismo y lo peor es que los sucesivos gobiernos que tuvo el país se la concedieron. De tal modo que el poder que ha llegado tener la Iglesia Católica en Polonia en lo que se refiere a la conformación de un tejido social ha sido mucho mayor que el que tuvo el comunismo, hasta el punto de dificultar ese proceso de emancipación individual que comentábamos antes.

- Ese sentido de la culpabilidad desde el que sus personajes viven el amor ¿es también reflejo de esa moral?

- En parte sí pero, sobre todo, corresponde a mi propia percepción sobre la condición humana porque con esta película, como decía al principio, no he tratado de realizar un fresco histórico ni tampoco un film de corte político o social. Sinceramente pienso que cuanto más mayores nos hacemos más nos encerramos en nuestra soledad, hasta el punto de que nos resulta mucho más fácil relacionarnos a través del sexo que compartiendo nuestras emociones más íntimas. Somos muy dados a callarnos aquello que realmente es importante.

- De hecho, llama la atención cómo sus personajes asumen sus encuentros sexuales como si se tratasen de un castigo en lugar de algo placentero.

- El sexo en estas mujeres es un modo de expresar el dolor que sienten. Se saben absolutamente perdidas pero, al mismo tiempo, se trata de personajes que se rebelan contra su destino. Son mujeres que luchan por sobrevivir atendiendo a un instinto casi animal, no se dan por vencidas. No saben lo que quieren pero sí lo que no quieren y lo que no desean es abrir su alma, porque tienen miedo de que eso les genere un daño que se ven incapaces de afrontar. Por eso les resulta más sencillo comunicarse a través del sexo, despojándolo de cualquier componente emocional, convirtiéndolo en algo casi mecánico.

- Es una visión un tanto sombría la que tiene sobre el amor y las relaciones de pareja.

- No, para nada. Reconozco mi querencia por aquellos personajes que se encuentran al límite, dramáticamente son más interesantes, pero no me gusta enjuiciar sus conductas, eso le toca hacerlo al público. Yo me limito a ponerlos al borde del precipicio, es el espectador quien debe decidir si quiere salvarles o, por el contrario, empujarles al abismo. Eso no significa que no sienta compasión por ellos, yo adoro a mis personajes pero soy consciente de que me sirvo de ellos para mostrar el lado más oscuro de nuestra alma.

- De nuestra alma y de nuestro cuerpo porque, en muchas secuencias de la película, usted se recrea en mostrar la decrepitud física de sus protagonistas.

- Es que para mí la belleza del ser humano radica en sus imperfecciones. Esas mujeres son bellas porque son reales, rezuman verdad y no solo en el plano emocional, sino también en su fisicidad. Para un cineasta es muy importante llegar a la verdad que hay en los personajes, a través de ese proceso conseguimos comunicarnos con el público.

- ¿En esa búsqueda de la verdad se justificaría el estilo seco y despojado que ha elegido para contar esta historia?

- Sí y, de hecho, antes de empezar a rodar una película tengo muy claro cómo va a ser desde el punto de vista formal. En este sentido no me gusta dejar nada al azar. El estilo visual de “Estados unidos del amor” tiene que ver con lo que decía antes, me interesaba aproximarme a los años del fin del comunismo en Polonia desde una perspectiva emocional y por eso el tono de la película es apagado, porque la realidad de aquél momento lo era, carecía de brillo, y eso es algo que también encuentra su reflejo en el estado anímico de las cuatro mujeres protagonistas.

- El cine polaco parece estar viviendo una especie de resurgimiento. ¿A qué lo atribuye?

- Creo que ahora mismo hay una nueva generación de cineastas, de la cual me siento parte, con un punto de vista singular a la hora de colocar al ser humano en el centro del relato atendiendo a su especificidad como individuo, a sus emociones, a sus pasiones y no tanto a su posición en el conjunto de la sociedad. En este sentido, el nuevo cine polaco es más artístico que político y creo que eso conecta muy bien con las inquietudes del grueso de espectadores.

- ¿Qué le supuso el Oso de Plata al Mejor Guion que obtuvo el año pasado en Berlín?

- Soy consciente de que mis películas no son fáciles y recibir un galardón como aquél me ha facilitado hallar financiación para mis siguientes proyectos. Pero lo más importante del premio fue que, en cierto modo, me hizo sentirme legitimado como cineasta. Cuando ruedo una película me entrego al máximo, pero eso no quita para que esté constantemente preguntándome ¿estoy haciendo bien mi trabajo? ¿hay suficiente verdad en lo que estoy contando? ¿lograré interesar realmente a alguien con esta historia? Un premio como el que recibí en Berlín me ayuda a despejar dudas.

(Jaime Iglesias, Gara)