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Efecto desplazamiento y efecto compensación: Los robots quitarán trabajo, pero harán que suban los sueldos

En contra de lo que auguran los más pesimistas, la incorporación de las máquinas o los robots al mundo laboral, lejos de generar solo pérdidas de empleo, puede provocar subidas de sueldos. El origen de esta teoría está en los análisis de alguien tan poco sospechoso de apoyar al capital como Friedrich Engels.

A mediados del siglo XIX, mientras escribía El manifiesto comunista con Karl Marx, Engels se dio cuenta de que la incorporación de maquinaria a la industria provocaba la pérdida de empleos y aumentaba la productividad de los que mantenían su puesto de trabajo. Sin embargo, en contra de lo que parecería lógico, con la reducción de los costes y un aumento de los resultados, esos trabajadores no recibían ningún aumento salarial.

Según este razonamiento, Engels auguraba un futuro nefasto para los trabajadores que, lejos de mejorar sus condiciones laborales, verían cómo irían empeorando por la reducción de las remuneraciones y el aumento exponencial del desempleo.
Sin embargo, a Engels le faltó la perspectiva temporal suficiente para comprobar que ese razonamiento no era del todo correcto. Según explica la BBC, los datos de producción del último siglo demuestran que, si bien en un primer momento las mejoras tecnológicas provocan la pérdida de puestos de trabajo y congelación de sueldos, a la larga, el aumento de productividad que conlleva sí que genera mejoras salariales. En consecuencia, esta mayor capacidad adquisitiva hace que los trabajadores compren más bienes o demanden más servicios, los cuales son generados o prestados por esos compañeros que habían sido despedidos en un primer momento y que se han incorporado a otros sectores empresariales.

Según la teoría económica, esos efectos se denominan Efecto desplazamiento y Efecto compensación. El primero se refiere a la menor cantidad de mano de obra que se necesita para fabricar un bien de consumo por efecto de las mejoras tecnológicas. El segundo se refiere a la aparición de nuevos sectores empresariales, empleos o bienes, que compensan esa pérdida de puestos de trabajo y reabsorben a esas personas en paro.

El problema radica en que esa relación entre el Efecto desplazamiento y el Efecto compensación no es tan estrecha ni equilibrada como parece, y tampoco esas situaciones se suceden con la rapidez que sería deseable.

En otras palabras: a veces pasa demasiado tiempo entre la aparición de las nuevas tecnologías, el desempleo, el aumento de la productividad, de las remuneraciones y la aparición de nuevos puestos de trabajo. En otras ocasiones el desplazamiento es, con diferencia, mayor que la compensación. Es decir, que los despidos son muchos más que las recolocaciones. A estas situaciones se las conoce como «pausa de Engels», porque es donde se quedó en sus investigaciones el filósofo alemán, que no logró ver la totalidad del ciclo.

La cosa se complica, sin embargo, cuando entran en escena otras variables como, por ejemplo, la demografía. Cuando la población activa es muy alta, las posibilidades de compensación se complican y ralentizan porque hay mucha mano de obra. Cuando es más baja, como sucede en la actualidad en los países occidentales, donde la demografía no ha parado de bajar desde los años 70, el proceso es más acelerado.

Si bien esa situación de baja demografía permitiría acortar los plazos de la «pausa Engels», lo cierto es que los movimientos migratorios procedentes de países con gran densidad de población, como China o India, podrían hacer que la balanza volviera a desequilibrarse en favor del Efecto desplazamiento. Como le sucedió al propio Engels, habrá que tener distancia suficiente para saber qué es lo que ocurrirá finalmente. En todo caso, como tampoco es bueno dejar las reivindicaciones salariales únicamente en manos de las teorías económicas, nunca estará de más pedir esos aumentos directamente.

(Eduardo Bravo, Yorokobu)