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La segunda familia más rica de Alemania admite que fue nazi y donará diez millones de euros

Albert Reimann, en una imagen de archivo
El oprobio de los Reimann

La discreta familia Reimann posee una fortuna estimada en 33.000 millones de euros

La empresa utilizó trabajo forzado de hombres y mujeres, y hubo malos tratos y abuso sexual

La discreta familia Reimann posee una fortuna estimada en 33.000 millones de euros, lo cual la convierte en la segunda más rica de Alemania. Su firma de inversiones JAB Holding controla abultados paquetes de acciones en diversas marcas de consumo: el dentífrico Colgate, la loción Clearasil, el detergente Calgon, los cosméticos Wella, el café Jacobs, los preservativos Durex o los tacones altos Jimmy Choo, entre otros productos. Pero además, la dinastía Reimann tiene un pasado nazi, que acaba de ser desvelado al gran público, si bien los herederos eran ya conscientes, y habían encargado a un historiador una investigación en sus archivos.

El Bild am Sonntag, edición dominical del popular tabloide, reveló que, durante la Segunda Guerra Mundial, mujeres de países del este de Europa ocupados por la Alemania nazi, que eran obligadas a hacer trabajos forzados, sufrieron malos tratos y abusos sexuales por parte de los capataces en fábricas de los Reimann en la localidad renana de Ludwigshafen. Además, durante los ataques aéreos, los trabajadores rusos eran enviados fuera de los refugios a una muerte muy probable, y los Reimann se quejaron al alcalde de su “pereza”. También en la esfera privada hubo oprobio: la familia golpeaba a una rusa que utilizaba como criada.

Peter Harf, gerente de JAB y portavoz de los Reimann, confirmó la ignominia y declaró al rotativo que la familia planea donar 10 millones de euros a la organización que resulte más adecuada, tras enterarse del apoyo de sus antepasados al régimen nazi, de su antisemitismo declarado, y del uso por su empresa de trabajadores forzados para enriquecerse durante la guerra. “Reimann sénior y Reimann júnior fueron culpables; los dos empresarios ya fallecieron, pero su lugar tenía que haber sido la cárcel”, dijo Harf. Albert Reimann sénior murió en 1954, y su hijo, también llamado Albert, en 1984.
Citando cartas y documentos de archivo, el Bild am Sonntag revela que Reimann padre fue donante voluntario de las SS desde 1931, y que recibió una carta de agradecimiento firmada con el saludo de Hitler. En julio de 1937, Reimann júnior escribió al líder de las SS, Heinrich Himmler: “Somos una empresa familiar puramente aria. Los propietarios son adeptos incondicionales a la doctrina racial. (...) El nombre de nuestra empresa y, en particular, el hecho de nuestra actitud contra el judaísmo, debe serle conocido por correspondencia anterior”.

A partir de 1941, su empresa fue indicada como “crucial” por el Tercer Reich, ya que fabricaba suministros para la Wehrmacht y la industria de armamento. En 1943 la compañía usó 175 trabajadores forzados. Harf admitió que los descendientes no habían hecho nada para compensar a las víctimas, pero que ahora lo harán. “Queremos hacer más y donar diez millones de euros a una organización adecuada”, afirmó.

La familia empezó a indagar en su pasado en la década de los 2000. En el 2014, cuatro descendientes encargaron a Paul Erker, historiador de la Universidad de Munich, una investigación exhaustiva. Erker está escribiendo un libro, que se hará público el año que viene. Pero el informe provisional del historiador ya les dejó “sin habla”, según Peter Harf. “Nos avergonzamos, nos pusimos blancos como la pared. No había nada que pudiera pasarse por alto. Esos crímenes son abominables”, confesó.

Christopher Kopper, historiador económico de la Universidad de Bielefeld, que también revisó los archivos, concluyó que “obviamente, Reimann padre y Reimann hijo no fueron oportunistas políticos, sino nacionalsocialistas por convicción”. Según Kopper, la conducta de ambos “muestra su falta de compasión y su conformidad con la ideología racial nazi”.

Preguntado por cómo es posible que este deleznable capítulo haya tardado tanto en descubrirse, Kopper señaló que la compañía operaba con otro nombre en la época nazi. Con todo, acabada la guerra hubo ya sospechas de las autoridades militares británicas en Alemania sobre posibles crímenes nazis de padre e hijo, pero ambos lograron que el asunto pasara al sector estadounidense, donde fueron declarados sólo como “seguidores”. Ochenta años después, finalmente la verdad ha salido a la luz.

(María-Paz López, La Vanguardia)