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En el corazón de la fortaleza mágica en la que Quim Hereu está alumbrando el estrambotismo

En el seno de la montaña Sants Metges de Sant Julià de Ramis ha escarbado el espacio Quim Hereu y ahí están sus tres pinturas al óleo sobre lienzo gigantes
Quim Hereu, nacido en Girona en 1963, dice ser 'la madre' del estrambotismo, mientras que el pintor Joan Fuster fue el padre
La primera entrega de la trilogía de Hereu se titula 'El nacimiento de Venus o la Fábrica del Tiempo'. La pintó entre 2009 y 2012, fuera del espacio donde fue colocado por piezas
La tercera pintura al óleo sobre lienzo de esta trilogía todavía no tiene título, pero Hereu la está pintando desde el año pasado y la dedicará a la libertad
Quim Hereu ha construido un manifiesto sobre el estrambotismo y su icono es la Venus estrambótica
Junto a Jordi Cruz, chef del restaurante Atempo del complejo La Fortalesa, donde está incluido el espacio pictórico, Quim Hereu crea las cenas estrambóticas
El artista advierte que el estrambotismo es mirar el entorno con los ojos de un niño pero con la mente de un adulto
El segundo gran lienzo del santuario estrambótico está dedicado al poder
El santuario se complementa con un pequeño taller donde el artista hace sus bocetos y que también es posible visitar en circunstancias normales
Además de la trilogía visual, el estrambotismo tiene su propio manifiesto escrito en un libro que se publicará en cuanto sea el momento
Quim Hereu junto a Joan Fuster y Gimpera, considerados la madre gestante y el padre del estrambotismo
Quim Hereu está obsesionado con el tiempo y con la forma en que la muerte juega con nosotros, sabiendo que tiene la partida ganada desde el momento en que nacemos
Quim Hereu intenta codificar el tiempo a través del proyecto que se ha convertido en su razón de ser, el estrambotismo
De momento el santuario del estrambotismo tiene dos murales acabados, el tercero también ya está casi a punto
El legado de Joan Fuster

El pintor catalán está a punto de concluir una trilogía de pinturas gigantescas para dar forma a un movimiento artístico y avanza hacia la gastronomía junto al chef Jordi Cruz

El alumbramiento.- El estrambotismo nace con un manifiesto escrito y otro visual, una colosal trilogia de óleos sobre lino, de los mayores nunca pintados en Europa

La montaña mágica.- La Fortalesa es un complejo de ocio y cultura en una antigua construcción militar que alberga el DOR Museum y el Espai Quim Hereu

Razón para vivir.- "La combinación de una imaginación infantil y una mente adulta se traduce en un poder hiperbólico”

Testamento.- Su amigo y pintor Joan Fuster i Gimpera le legó hace una década el corriente estrambótico que ahora lidera

Motivos.- "Procesos artísticos que no podemos comprender porque son subatómicos, etéreos... inalcanzables”

Balance.- "El estrambotismo es encontrar el delicado equilibrio entre el arrebato y la sensatez”

Apoyo.- “Un mecenas hoy es un amigo, un coleccionista, un empresario... El talento siempre necesita un benefactor”

Mecenas mexicano.- “Del maletín sacó canciones y poemas. Escritos por él...No había ningún contrato”

En La Fortalesa.- "El visitante puede participar del proceso creativo. Todo gracias a Ramón. Un mecenas con alma de artista y palabra de hierro”

Quim Hereu ha pasado todo el confinamiento encerrado en el seno de una montaña santa de Girona. De hecho allí es donde este pintor e ingeniero ya se había recluido antes de que el distanciamiento social fuera obligatorio y donde ha estado trabajando intensamente en la consolidación de una corriente artística que finalmente está “a punto de ser parida”. Es el estrambotismo. Lo comenzó a articular en 1974 su amigo y también pintor Joan Fuster i Gimpera, y ya casi ve la luz tras una larguísima concepción y bella redefinición.

El estrambotismo busca, por encima de todo, ser un “fabuloso condensador de ‘rauxa (arrebato)’ y va a ser alumbrado con un manifiesto escrito, el Llegendarium, y otro visual, escarbado en el interior de la montaña Sants Metges de Sant Julià de Ramis, en forma de una trilogía colosal en las altísimas paredes del Espai Quim Hereu.

Se trata de tres enormes óleos sobre lino de doce metros de largo y seis de alto (de los más grandes hechos en Europa). La obra es titánica, pero Quim Hereu ya ha acabado dos: El nacimiento de Venus (o la fábrica del tiempo, creado entre 2009 y 2012) y La coronación de Ermessenda (o 18 elefantes embobados con las varices de un ratón), que versa sobre el tiempo y el poder. Desde el año pasado, dedica mañana, tarde, día y noche al tercero, todavía con el título por decidir, que aborda la libertad.
Las circunstancias le han regalado más tiempo del que podía esperar y ya lo tiene el tercer óleo casi a punto.... “Quien sabe si coincida sorprendentemente con el final de todo este lío disparatado que ha paralizado medio mundo”, dice el artista irreverente que habitualmente tiene abiertas las puertas de su espacio para sumergir al público en su proceso creativo. Por eso recibió al Magazine Lifestyle días antes del confinamiento obligatorio.

¿Por qué? “Normalmente la gente va a un museo o se acuerda de un pintor cuando ya está muerto o cuando las pinturas están acabadas... pero la idea es que se acerquen al estrambotismo cuando el artista ni esté muerto ni sea especialmente viejo. Y poder ver el proceso creativo sí que es interesante y muy infrecuente”, remata Hereu (Girona, 1963), que llegó a estudiar y ejercer ingeniería técnica industrial antes de dedicarse a su desbocada pasión pictórica.

Consciente de que, hasta su irrupción, el cuadro más grande de la pintura catalana siempre había sido El gran día de Girona, de Ramon Martí i Alsina (una obra de 5x11 metros del siglo XIX que relata la resistencia de la ciudad inmortal contra el ejército de Napoleón durante la Guerra del Francés), Quim Hereu necesita como mínimo esos doce metros de largo por seis de alto para dar cabida a su necesidad desbordante de expresión.

Acompañar a este pintor hablador y menudo hasta las entrañas de su cueva-taller que huele a húmedo y dulce, y al baile de musas en un festival de trementina, pronto volverá a ser posible. Porque la visita a su espacio es una de las grandes motivaciones que ofrece La Fortalesa, complejo de ocio y cultura integrado en una antigua construcción militar de finales del siglo XIX que alberga el DOR Museum (el primer museo del país dedicado a la joyería) y que incluye el taller del estrambotista, bautizado como Espai Quim Hereu.

La visita se ha convertido en un secreto a voces. Es espectacular. Porque además de esa aventura de sumergirse en la cueva-taller excavada en la montaña sagrada (para él también mágica), está esa sensación inexplicable de exponerse a los cuadros de Hereu.

Sí, lo cierto es que más que ser pinturas expuestas son pinturas que a los que el espectador se expone. Para sumergirlo. Esos tres colosos estrambóticos y las historias que encierran son un auténtico viaje ¿en el tiempo? ¿en la mente? ¿en la fantasía? ¿en los miedos del artista? ¿en los propios?

Sea lo que sea, lo que sí es cierto es que es un tránsito estrambótico. Cuando te enfrentas a ellos da la sensación de que te abducen. O de que se te caen encima. No es para menos: a ese espacio y ese mundo que Hereu comparte con otras almas con potencial estrambótico, ya le ha dedicado casi 5.000 días (más de 4.000 para los dos primeros murales).

El estrambotismo, advierte Hereu, no se conforma con ser una corriente pictórica. Va mucho más allá. Por eso también este pintor “condensador de rauxa” está trabajando codo a codo con Jordi Cruz, que le ayuda a “dibujar" y crear las aplaudidas cenas estrambóticas. que tarde o temprano volverán a suceder en el restaurante ATempo de La Fortalesa. Y también allí mismo...en el centro justo de este taller fuera del mundo. De esta cueva insólita rebosante de imaginación. En el corazón de esta locura que es tambiénel santuario del movimiento que alberga.

La idea de ‘estrambotizar’ todo cuanto sea posible de la vida ya no es exclusividad suya. Tal como cuenta, ya hay incluso una subcorriente (el popstram que ha tomado su propio camino de mano de un artista pop sin desvincularse del concepto madre). Hereu, haciendo bueno su apellido, recibió el legado testamentario del estrambotismo de su amigo y pintor Joan Fuster i Gimpera. Fuster, en la década de los 70, comenzó pintando su mundo estrambóticamente en l’Estartit. Y, tras conocerse en 1994, permitió a Hereu reconocer y recorrer ahí su camino.

“El fue el padre... y yo ahora soy la madre. Él hizo lo que debía (murió hace más de ocho años) y yo ahora vivo para terminar de gestar, parir y amamantar esta corriente, según mis prescripciones. Está construida con fábricas del tiempo, caracoles de la eterna juventud, temporales de levante, hombres- rama... siempre con la Venus estrambótica erigida en el mayor icono“, explica Quim Hereu.

El original pintor afirma que todos podemos ser estrambóticos. De hecho deberíamos esforzarnos en “volver a serlo”... y para eso, asegura, sirve este movimiento creado, gestado y casi parido con tanto celo que define como “un mecanismo creativo que se activa cuando un adulto conserva intacta la imaginación de cuando era niño. La combinación de una imaginación infantil y una mente adulta se traduce en un poder hiperbólico. En términos creativos, es una combinación extremadamente potente”.

Ahora son muchos los que hablan (cada vez más) de esas tres enormes pinturas escondidas que conforman su sagrada trilogía, su querido santuario soterrado pero abierto a almas sensibles. Pero pocos saben de las extraordinarias coincidencias que tuvieron que converger antes de que comenzara a rodar todo esto.

“Poco antes de morir, Joan me llamó y me pidió que fuera a su estudio, la Alquimia, en l’Estartit. Me quería decir algo... “, narra con emoción Hereu. Fue ese día, que el pintor estrambótico lo recuerda como “un día cualquiera de un año cualquiera ... mientras las viejas vendían verdura en el mercado y las moscas se enamoraban de su santo”, cuando le hizo heredero de esa palabra que le fascinaba desde niño... El estrambotismo. De hecho, su tía, muchísimo antes de tropezarse con su mentor, siempre le reprimía asegurándole que era demasiado“estrambótico”. En todo lo que hacía pero sobre todo cuando dibujaba, cosa a la que dedicaba muchísimo tiempo.

“Me recibió, como era habitual, ante su caballete en la parte del fondo del pequeño estudio”, explica Hereu, que recuerda a la perfección el sol radiante que inundaba el taller pero también el diálogo que mantuvieron el “padre” y la “madre” del estrambotismo.Tras anunciarle que se acercaba el día de su muerte (acertó, el fallecimiento ocurrió un año después), le dio un testamento manuscrito.

Dice así: “Tu nombre premonitorio anuncia un testamento que yo, como padre consciente, quiero sacar del escritorio. Eres heredero desde ese momento, de un ismo con patrimonio de estrambote visionario, de un ideal sin precedente. Joan Fuster i Gimpera, al querido amigo y gran pintor Quim Hereu”. Era noviembre de 2010.

Sobra decir que Hereu aceptó con gusto la herencia. ”Desde entonces vivo pegado a la vida como una garrapata en la piel de un perro, como todos. Soy amigo de musas, de ‘elefantons’, de notarios y ilustrados, de fabricantes de ‘xuxos’ de cabeza hinchada y de muchas otras criaturas extrañas”, cuenta Hereu, que suele pasar doce horas diarias encaramado en lo alto de una plataforma elevadora para rellenar con su pintura hasta el último milímetro del cuadro con que acabará esta trilogía. El mundo estará medio parado pero él sigue del todo entregado a su labor. Y se las apaña para que le vayan suministrando los kilos y kilos de pintura que necesita para ella.

Consiste en fabricar fábricas del tiempo, seres voladores y temporales de levante. Caracoles diminutos y muy extraños que se cuelan por todos los rincones de la pintura mientras hacen contorsiones (“como la niebla cuando llega a un pueblo y llena plazas y calles”, dice Hereu) y esa “formula magistral, deseada por la humanidad entera desde el principio de todas las cosas, se hace visible: la receta de la butifarra dulce, el sabor del estrambotismo”.

Son pinturas en las que las “llaves giran y la juventud eterna mana de un porrón milenario. Y el tiempo, claro, también gira... pero lo hace al revés ... Vértigo infinito ... Brocas retorcidas, formas orgánicas entre formulas matemáticas y procesos artísticos que aún no podemos comprender ... porque son de tipo neuronal, subatómicos, etéreos ... inalcanzables para todos nosotros”.

No puede parar de crear. “ Quedo fascinado con mis musas, distantes y abismales, rápidas como un electrón ... lucidez y paz cuando me acaricia el pelo. Ermessenda, nuestra primera reina, rebusca entre campos de escarolas con la ayuda de sus sirvientes. Con un caballo que reluce una capa de color rojo carmín, para aprender la receta del plato más bueno nunca cocinado en este mundo. Escrita y bordada con hilo de pescar”, describe apasionado el contenido de sus leyendas pensadas, pintadas, escritas, habladas...”, dice casi sin respirar.

Hereu, define su estrambotismo como el hecho de “mirar tu entorno con los ojos de un niño y alterar sus elementos con la mente de un adulto, con toda la efectividad que ello implica. Sin perjuicios, fórmulas, leyes o convencionalismos”. Por eso en su cueva santuario y en sus pinturas “todo es posible y los límites son la propia imaginación”.

Eso, advierte, no significa que un niño no pueda ser estrambótico por no tener una mente adulta. Dice que claro. Que es posible. De hecho él lo fue porque los niños, todos, son por definición los depositarios de esa capacidad que “con el tiempo y la adquisición de una mente adulta, capaz, respetada y prestigiada la potencia del hecho creativo aumentará exponencialmente”

Porque, finalmente, ese estrambotismo, del que cree que todos van a hablar tarde o temprano como ha pasado con el surrealismo, “es encontrar el delicado equilibrio entre “el arrebato y la sensatez” nutriéndose permanentemente de una imaginación ciclópea, aterradora, que es el componente esencial. Una locura fenomenal, que nada puede detener ni controlar, con la sensatez justo para poder.

¿Se considera un artista? No tiene respuesta para eso. Lo explica así: “ Tiempos más buenos se han visto por el arte. Pero eso ahora no importa. La ciencia tampoco ha encontrado aún la combinación de aminoácidos necesaria para inocular el talento a los fetos humanos. No hay fórmulas conocidas que lo garanticen. Que certifiquen un arte auténtico, porque de hecho no sabemos qué es el arte auténtico. En realidad, no sabemos ni qué es el arte”.

Dice que solo puede explicar cuál es mi prescripción. “Mi fórmula, que no es fórmula ni es nada, es el mecenazgo. Esta simplicidad aparente es inversamente proporcional a su complejidad intrínseca. El protectorado, el mecenazgo auténtico, es escaso, dificilísimo. Abundando en otros tiempos, actualmente está en extinción. Como un recurso mineral natural agotado por la humanidad. La misma palabra está en desuso, y su sola pronunciación asocia a caducos cardenales del Vaticano o Borgias presuntuosos de ascendencia engañosamente divina. Con anillos en el dedo del tamaño de un melón, que se hacían besar continuamente. Hombres envidiosos de Dios que el suplían a la tierra. Y pagaban artistas por su vanidad”.

Advierte que su caso es muy distinto. “ Un mecenas de hoy es un amigo, un empresario, un negociante, un coleccionista ... alguien con recursos económicos suficientes. Y con suficientes ya no hay mucho más. Proteger un artista que empieza puede costar menos de lo que se puede pensar. Y aunque sería menos si los gobiernos tuvieran leyes de protectorado auténticas, que no están. El talento siempre ha estado unido al benefactor. Como los dedos en la mano. La necesidad de ser recordados y la gloria eterna, aunque minúscula y local no la sacian negocios ni dinero. Pero sí permiten la filantropía, el protectorado. El nacimiento del arte".

¿Los suyos? Son dos que le permiten que la creación sea sincera, no dependa del gusto de terceros y sobre todo “que se independice de unas facturas de fin de mes, peligrosas para un artista como una pistola en manos de un perturbado. .... Conocí a Joan en México. Donde el mar es de un azul precioso, la arena blanca ... Donde las palmeras y la vegetación exuberante crecen bajo un sol tropical y cálido. Encantos y huracanes. Contrastes espectaculares. Este es el lugar donde Juan decidió vivir, donde dispuso su hogar. Y en consecuencia y como amigo y mecenas mío, este también es uno de los lugares que se ha manifestado determinante en mi vida”.

Se lo presentó Pere, su marchante por aquel entonces. “Lo esperábamos en un restaurante. Yo sólo había oído hablar de él y de sus negocios como empresario. Esperaba que entrara por la puerta un hombre con traje, como los que hacen negocios con otros hombres con traje. Entró un hombre elegante, con americana y lo que sería su marca inequívoca a partir de ese momento: un sombrero blanco en la cabeza. Nos presentaron. Nos sentamos y él puso un maletín de piel sobre la mesa. Yo esperaba que sacara papeles y contratos, es abogado. Tenía miedo de que aquella comida se convirtiese era en algo parecido a abrir el maletín y leer cláusulas y acuerdos. Pero nunca habría imaginado lo que en realidad había dentro. Un tesoro que Joan compartió conmigo y que desde ese día, junto con mi pintura, ha sido el hilo conductor de nuestra amistad. El maletín estaba lleno de letras de canciones y poemas. Escritos por él. Ningún contrato, ninguna hoja timbrada, ningún código notarial. Canciones dedicadas al amor, a las mujeres, en la vida ... Como el Dr. Jekyll y Mr. Hide. Un ‘bussinesman’ inconmovible y frío, deja paso al poeta, el soñador ... “.

Esa persona, “con una sensibilidad sincera y un hilo de complicidad que nos une”, fue su primer mecenas. Desde ese momento, su apoyo ha sido incondicional, igual que a partir del 2017, el mecenazgo se asentó en La Fortaleza de la mano de Ramón, creando el Espacio Quim Hereu, el “santuario del estrambotismo”. Lo define como “ un espacio “en construcción” a medida que yo complete el proyecto estrambótico dentro del DOR Museum. Está abierto al público y es donde ahora trabajo en la trilogía. El visitante puede participar del proceso creativo, hecho poco habitual en un museo. Todo gracias a Ramón, buen amigo y gran persona. Un mecenas con alma de artista y palabra de hierro”.

De sus creaciones dice que no son más que “un viaje estrambótico al fondo de mis abismos. Donde habitan mis monstruos, mis musas, mis miedos y una realidad muy persistente. Mi realidad. Soy un feriante que llora por la luna que anhela subir a un batiscafo volador. Un miedo eterno me acompaña, frío como el hielo del Ártico. Para marchar lejos de aquí por ser, eternamente niño”.

Asegura que el estrambotismo tiene color (y también mucho blanco y negro: las sombras y los contrastes son imprescindibles en esta forma de entender el mundo) pero también, insiste, tiene su propio sabor. Sin ninguna intención ni pretensión de “descubrir ningún método desconocido, ni inventar nada”, su idea es “más bien describir un mecanismo creativo ampliamente utilizado por muchos creadores desde hace tiempo inmemorial”.

Es bajo estas circunstancias, defiende Hereu, cuando “la gente normal puede empezar a hacer cosas que ya “no son normales”. Es el caso, pone como ejemplo, del charcutero que un día se levanta y al ver que no tiene sal, en lugar de esperar el pedido, pone azúcar a sus morcillas y se inventa uno de los platos más exquisitos que nunca se han probado.

Y es también por eso por lo que este pintor pretendidamente raro está convencido de que su estrambotismo sabe a morcilla dulce. “De los abismos del pintor, brota una imaginación impetuosa, tumultuosa y potentísima. Peligrosa y autodestructiva si no estuviera dirigida por una fracción testimonial de cordura hacia el objetivo deseado. La cordura como mecanismo para evitar la autodestrucción, nunca como limitación. Esta imaginación, motor atómico del hecho estrambótico, aplicada en dosis elevadísimas y mezclada con la astucia de alterar, modificar e intercambiar las propiedades “, resume Hereu.

Hereu eligió pintar los paisajes de su imaginación, “antes que copiar los que ve en la naturaleza. La libertad otorgada radica en el poder de manifestar nuestra conciencia. Qué lujo, qué envidia debe de ser para el resto de existencias vivas incapaces de formar un solo pensamiento abstracto. El factor que nos hace diferentes del resto de seres vivos”, argumenta para defender con firmeza la imaginación. Insiste que es ”el motor atómico que siempre me ha impulsado. Y el arrebato hiperbólico que desde ahora, debe impulsar el estrambotismo”

Dice Hereu que “nos dispensa la misma atención que un mamut al insecto que aplasta a su paso sin darse cuenta. Desde el preciso instante en que nacemos, comienza una carrera a ninguna parte que tenemos perdida antes de empezar: enfermedades, virus, bacterias, guerras, accidentes, rayos, truenos y glaciaciones ... interponen ante nosotros para arrebatarnos lo que más amamos pero que no vale nada, nuestra vida. Todo se conjura para arrancarnos el poco tiempo que nos ha asignado... De hecho es un milagro seguir vivos”, dice en pleno confinamiento, por teléfono.

Por eso coquetea con la idea de “poder pagar a plazos la muerte. O que pudiéramos hacer algún trato en el último momento, negociar. Como el Fausto, de Goethe. O aún mejor, como la Violeta, la mía, la de Hereu, la que yo pinté cuando el estrambotismo comenzó a brotar de verdad.. Sería magnífico, porque nos daría la oportunidad de terminar lo que tuviéramos entre manos en ese momento”.

Esperando a que llegue el gran momento en que la ciencia aún de con la manera de codificar el tiempo en el ADN humano, cree que “la pintura, de momento, debe tomar la iniciativa”. “Sabiéndonos inmortales o pudiendo volver a ser jóvenes, en otras palabras, controlando el tiempo, todo tomaría otra dimensión. Hasta la religión dejaría de tener sentido”, asegura.

(Margarita Puig, Magazine, La Vanguardia)