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Mariano Barroso: “Lo bueno de lo que estamos viviendo es que no sabemos el final, como en las películas”

Mariano Barroso durante el rodaje de la serie de televisión ‘La línea invisible’
Mariano Barroso acumula tres premios Goya a lo largo de su trayectoria en el cine
Retraro de Barroso antes del lanzamiento de 'La línea invisible', estrenada este año en Movistar+
Una escena de 'La línea invisible', serie dirigida por Barroso con guión de Alejandro Hernández
Anna Castillo, Àlex Monner y Patrick Criado, protagonistas en 'La línea invisible'
Barroso cree que el dia que ETA disparó por primera vez se destruyó una vida y parte de la sociedad
Imagen del tercer capítulo de la serie que aborda la irrupción de ETA
Mariano Barroso considera un privilegio haber cumplido sesenta años
Con el tiempo, el director barcelonés ha aprendido que 'no hay minuto que perder en nada que sea tóxico'
Entrevista

El director y presidente de la Academia del Cine vive uno de los mejores momentos de su carrera una vez cumplidos los 60 años gracias a los éxitos de sus series de televisión

"Tras tantos filmes sobre distopías, resulta que la auténtica es irse a tomar una caña a un bar”

"Espero que cuando se vuelva a la normalidad se recuerde lo útil que el cine ha sido”

"El coronavirus también se intenta usar como arma arrojadiza cada día, como la violencia en Euskadi”

"Son malos tiempos para la irreverencia, me preocupa la gente de piel muy fina que lo manifiesta en las redes sociales”

Mariano Barroso, el actual presidente de la Academia del Cine, es el hombre del momento... por sus trabajos televisivos. Pirueta divertida que no va más allá, sin embargo, para quien considera que ambos medios no sólo no son rivales sino que se complementan bien. Siempre elegante en las formas, algo rebelde en el fondo, las series El día de mañana, que le facilitó reencontrarse con las calles de su Barcelona natal -vestidas de los 60 para la ocasión-, Criminal y la reciente La línea invisible, sobre la génesis de la lucha armada en Euskadi, mantienen su carrera en activo.

De hecho, no hay error al afirmar que está en uno de sus mejores momentos. Mariano Barroso, sesentañero desde el pasado diciembre, tiene tres Goya en su haber - como director novel por Mi hermano del alma, como guionista de Todas las mujeres, y como parte del conjunto de cineastas al frente del documental Invisibles -, y ha realizado películas del calado de Éxtasis o Los lobos de Washington. Es un grandullón con aureola de meticuloso, sonrisa más fácil de lo que se cree y auténtico apasionado por el cine: “Quiero ser positivo y pensar que lo único bueno de lo que estamos viviendo es que no sabemos el final. Como en las películas”, explica.

- ¿Cómo está viviendo este confinamiento insólito?

- Ahora que estamos tan acostumbrados a ver series y filmes sobre distopías, resulta que la auténtica es irse a tomarse una caña a un bar. Lo que era costumbrismo ahora es ciencia ficción. Estamos viviendo una situación alucinante. Lo de los rodajes parados al cien por cien está siendo dolorosísimo. Y el turismo, en un país como éste…
- ¿Escribiría un guión sobre esto?

- Es una de las actividades gratuitas que se pueden hacer y están permitidas. Se me ocurren muchas cosas, como a todo el mundo. Pero es tan reciente que nos falta perspectiva; es muy difícil ver realmente el alcance que va a tener esto, pero es perfecto para inventar situaciones.

- Podría utilizar toda la casuística que escuchamos a diario por la radio o vemos en televisión sobre el tema…

- Me abruma. Limito mucho seguir la realidad porque acabas haciéndote adicto a los datos por un lado y a los cientos de dramas cotidianos por otro. Dedico un rato a entender qué pasa, leo algunos artículos que me parecen interesantes, veo ficción y estoy con la familia, desarrollando relaciones más cercanas con mi hijo. Estamos viendo clásicos. Le gustan mucho las comedias y estoy descubriendo con él algunas españolas que no había visto. Se parte de risa.

- ¿Qué nos recomendaría para estos días en los que todavía hay que estar mucho en casa?

- Revisar los clásicos de Nicholas Ray como En un lugar solitario. Es uno de los mejores directores para mí: qué buen guión, qué sentido del ritmo, cómo están Bogart y Gloria Grahame. Les añade a los clásicos un componente visual que transformó el cine en los 40 y los 50, donde hay maravillas. Y por supuesto, recomiendo recuperar el cine con el que yo me crie; las películas con las que salía del cine dando saltos. El Padrino 2, Fellini, Bergman… De Truffaut, El último metro o Vivamente el domingo con esa elegante Fanny Ardant…

- Cómo está echando un cable todo lo que tiene que ver con contar historias en estos momentos…

- No descubro nada si digo que la cultura es bien de primera necesidad como han reconocido en Francia o Alemania. No están evidentemente al nivel de los bienes de primera necesidad para sobrevivir como la sanidad o la alimentación, pero quizá ahora nos hayamos parado a pensar cómo sería nuestra vida sin ella. Imagino que cuando hubo la peste la gente miraría el fuego quién sabe si buscando consuelo. Pero no puedes pedir a nadie que te quiera si no es así. Y hay gente que todavía la desprecia.

- ¿Teme que cueste que el público vuelva a disfrutar de la liturgia del cine o del teatro en las salas?

- Volver a esas dos horas a oscuras, sólo pendiente de lo que te cuentan otros, siguiendo la tradición de siglos de narrarnos las historias. En fin, los que lo valoran ya saben lo que es y les estamos muy agradecidos. Estamos teniendo tiempo para meditar, para ver cuáles son nuestras prioridades. Y ahora que los deportes nacionales -el fútbol y las cañas- han desaparecido, resulta que hemos quedado nosotros. Espero que cuando se vuelva a la normalidad se recuerde lo útil que el cine ha sido.

- Si se hubiera hecho una campaña institucional para ver museos, ópera o teatro en streaming ¿Qué hubiera sucedido?

- ¿En condiciones normales? Que le hubieran hecho caso cuatro personas. Las series ahora tienen más tirón, claro. Están en un momento óptimo.

- ¿Habrá series alguna vez compitiendo en los Goya?

- Este fue un debate que se abrió en la Academia hace como un año. Hubo incluso encuentros y actividades para discutirlo. Pero finalmente se decidió que no. Que la Academia de cine debe ser garante y ocuparse del cine en salas o, en circunstancias muy excepcionales como estas, por streaming, pero no de todos los contenidos audiovisuales. Sí de los que suponen un encuentro entre el público y la película en una sala de cine en la que se puede disfrutar de forma colectiva.

- La suya sobre el inicio de la lucha armada en el País Vasco fue lo más visto de la plataforma Movistar+ durante varias semanas.

- Indagar en ese ángulo oscuro que se esconde en nuestro pasado reciente ha sido duro porque nadie quiere mirar ahí, pero la mejor forma de olvidar es recordando y construir ficción con la historia nos ofrece la posibilidad de mostrar cómo empezó todo y quién estaba detrás, porque, al final, lo que hay son personas y sus motivaciones.

- Y ¿qué motivó que se cruzara la línea invisible del asesinato?

- Un cúmulo de circunstancias. Una situación política muy complicada, con una dictadura con un aparato muy represivo, un contexto internacional que fomentaba la idealización de las guerrillas en Latinoamericana o en África, los movimientos estudiantiles en Europa - en Francia, en Estados Unidos -, una mayor presión del movimiento obrero… Todo confluyó en una radicalización de los que pretendían subrayar la identidad vasca frente a los opresores franquistas. Pero cuando se disparó la primera vez se destruyó una vida y una parte de la sociedad.

- Después del alcance de las series El día de mañana y La línea invisible ¿A qué sabe el éxito a estas alturas del campeonato?

- Obtuve un Goya por Mi hermano del alma, mi primera película, y pensé que iba a conseguir uno cada dos años prácticamente. Iluso. Luego hice Éxtasis, de la que estoy muy orgulloso pero no hubo premios, y algunas de las posteriores han pasado bastante inadvertidas. Pues a por la siguiente. Los que nos dedicamos al cine eso lo llevamos incorporado y sabemos que es una parte más de la aventura, de la oportunidad y del privilegio de poderte dedicar a esto y de intercambiar experiencias con gente muy increíble y muy generosa.

- Este asunto, el de la lucha armada en Euskadi, es constante arma arrojadiza entre izquierdas y derechas, incluso en tiempos en los que tantas voces abogan por la reconciliación. ¿Cree que, cuando esto pase, cambiará algo o se seguirá a la gresca?

- Ojalá todo sea diferente, pero no las tengo todas conmigo en ese sentido. El coronavirus también se intenta usar como arma arrojadiza cada día. Todavía hay quien se atreve a hablar de fronteras y de naciones con la que está cayendo. En nuestro caso, lo último que queríamos era ser utilizados políticamente; aunque ha habido controversia con la serie porque cada cual tiene su versión.

- ¿El ser humano tiene la capacidad de convertir el dolor en instrumento de conflicto y de pelea?

- Sin duda. Y son cuestiones que me parecen un horror en la vida y una bendición para el cine porque son puro drama, conflicto, tensión, y suspense. Lo triste es que no se limita su existencia a las pantallas. El que ve que falta algo siempre lo va a creer. El que quiere culpar al otro lo va a hacer siempre. Somos tremendos; es fascinante si lo ves desde un punto de vista antropológico o psicológico. O cinematográfico.

- Se ha rodeado de lo mejorcito de la actual generación de actores jóvenes ¿Cómo ha sido la experiencia?

- Son buenísimos. Hay una generación de actores excelente pero los necesitábamos tan jóvenes que no fue fácil encontrar a los que necesitaban tener la experiencia y la formación precisas para hacer estos papeles: Àlex Monner es una maravilla de actor, Enric Auquer, Patrick Criado, Anna Castillo, y luego los que no son tan jóvenes, como Antonio de la Torre o Asier Etxeandía. El trabajo ha sido fascinante.

- Siempre es algo que coloca en primera línea de importancia: el entendimiento con los actores. Con su planta, ¿nunca quiso dedicarse a la interpretación?

- Uy, lo intenté y lo hacía fatal. Me criticaba mucho a mí mismo; me ponía a pensar en lo que estaba haciendo en vez de dejarme llevar por la situación como debe ser. Ahora estoy preparado; me gustaría hacer algún papel. Siempre me lo dice Daniel Guzmán y yo le animo a que me dé la oportunidad.

- ¿Cuándo se sintió director por primera vez?

- La verdad es que fue muy pronto: con 20 o 21 años. Me juntaba con amigos para hacer cortos y enseguida, como sin pensarlo, me veía decidiendo, buscando mi visión de las cosas; totalmente equivocada en la mayoría de las ocasiones, pero visión al fin y al cabo. Siempre se lo digo a mis alumnos de dirección. Para dedicarse a esto tienes que tener una fuerza y una determinación tales que nada te pueda detener. Quizá sea la cualidad más indispensable para dirigir, el tener claro “yo voy a hacer esto caiga quien caiga. Si no lo hago en 35, lo haré con el móvil”.

- Claro, en este momento cualquiera que tenga un celular puede aspirar a ser director…

- Es la democratización del cine. Ya no es cosa de élites ni se precisan grandes presupuestos. Ahora aprendes a manejar un dron y tu solito te puedes montar unos planos alucinantes, pero se puede perder esa otra parte sagrada que tiene este trabajo por el que la obra es el resultado del encuentro entre profesionales creativos.

- Y entre unas cosas y otras llegaron los 60. ¿Qué alegría ser mayor?

- Pues en muchas cosas. Me siento mejor que nunca; no soy de los que lamentan no tener 30. Qué alegría haber vivido 60 con la cantidad de gente que se ha quedado por el camino. Con la de gente que está muriendo estos días pues claro que es una alegría estar vivo, respirar, estar sano, comer. Un privilegio. Ojalá cuando tenía la mitad de los años que tengo hubiera visto así las cosas, pero si te pones a pensar eso es como entrar en un bucle del que no se puede salir. Y luego ocurre una cosa muy importante: los 60 de ahora no son, para nada, los 60 de antes.

- Pero ¿se aprende algo valioso con el paso del tiempo o es una apreciación mitificada?

- Hay quien no aprende nunca, ni aprenderá. Pero a poco que estés atento y presente en el día a día, sí te vas dando cuenta de muchas cosas. En mi caso de que no hay un minuto que perder en nada que sea tóxico a cualquier nivel. Mira que lo que estamos viviendo da que pensar y es una ocasión única para reorganizar prioridades. Pues quien no esté por la labor… Pensamos que vamos a vivir 200 años, actuamos a menudo como si tal. El paso del tiempo me ha ayudado a apreciar eso; que sigues tropezando en lo mismo, pero cada vez menos. Y, por otro lado, tengo la suerte de disfrutar cada vez más de todo lo que me hace bien: de los míos, de mis compañeros, amigos, familia.

- Se enfada menos.

- Porque también te das cuenta de que no vas a cambiar a nadie; ni siquiera sé si merece la pena. ¿Prefieres ser feliz o tener razón? Pues eso. Que no pienso perder un minuto en discutir. ¿Vas a cambiar a Trump? Está ahí porque le ha votado muchísima gente y porque otros tantos no han ido a las urnas y al final se le acaba entregando el poder a este señor que es un terrorista universal. Cada tema que toca parece que está haciendo justo lo contrario de lo sensato, saludable o de lo que parece bueno para la humanidad. Pero patosos peligrosos hay en todas partes. Aquí también.

- Tras esta crisis, ¿quedará tocada, una vez más, la libertad de expresión en el ámbito de lo creativo?

- El problema con esto es siempre el mismo: defender que haga uso de ella el que no piensa como tú. Ahí es donde se nos pone a prueba. Son malos tiempos para la irreverencia. Lo de la corrección política se está yendo de las manos. Me resulta preocupante la de gente que tiene la piel muy fina y que lo manifiesta a través de los altavoces de las redes sociales. Ya sabemos que la rebeldía puede resultar molesta, pero es inherente a cualquier proceso en el que intervenga la creación.

(Juan Luis Álvarez, Magazine, La Vanguardia)