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Marsé (Josu Montero)

Escritor
Ceñudo, maldiciente, tiene la pupila desarmada y descreída, escépticos los hombros, la nariz garbancera y un relámpago negro en el corazón de la memoria». Ese relámpago negro en el corazón de la memoria del que Marsé habla en este “Autorretrato” es el meollo de sus novelas. También dijo que la desmemoria había sido oficialmente decretada en España a partir de la Transición; por eso, con su «vieja disposición para la trola, las aventis y el vamos a contar mentiras tra-la-rá», se ha dedicado paradójicamente a dejarnos novelas que crean y construyen la verdad, la verdad de los perdedores y de los don nadie, porque Marsé siempre abominó de los poderosos y de los figurones, a los que prodigó cortes de manga: la RAE, el Planeta y el todopoderoso Lara, Cela, políticos de todo pelaje…Tuvo que dejar la escuela a los 13 años, y en esa infancia y en esa adolescencia indigente y callejera, «flanqueada por las altas tapias imperiales de lo prohibido», nació el Escritor. Amaba las tabernas, las papelerías de barrio, los viejos cines, «los flancos luminosos de los quioscos que exhiben tebeos y novelas baratas de aventuras». Hace años pateé fascinado las calles y las plazas del Guinardó y de El Carmelo buscando a los personajes de sus novelas. En el “Autorretrato” escribió Marsé que su actividad soñada era dimitir de todo, incluso del tiempo y del espacio; y, hablando de sí mismo, termina: «Se va por fin al infierno. Abur». En efecto, por fin ha dejado atrás la gran mascarada que es este mundo, hecho a la medida de los poderreos. En sus ojos harapientos habitaba una incurable nostalgia.

(Gara)