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Italia reabre el debate sobre dar la nacionalidad a los hijos de migrantes

El futuro de Europa

El Parlamento se divide sobre una ley para naturalizar a través de la escolarización

Ahora sigue vigente el ‘ius sanguinis’, que otorga la ciudadanía a los que tienen sangre italiana


Hay más de un millón de menores extranjeros en Italia, que representan el 11,5% de la población residente en el país por debajo de los 18 años. Son más de 870.000 los estudiantes de origen extranjero en la escuela italiana, dos tercios de ellos nacidos en el territorio. Estudian en Italia, van al médico en Italia, juegan con italianos. Pero no gozan de los mismos derechos que sus compañeros.

Italia ha resucitado estos días un viejo debate: cómo resolver la encrucijada del millón de niños hijos de migrantes que no tienen la ciudadanía. El Parlamento está debatiendo una propuesta de ley para introducir el ius scholae , es decir, el derecho a la nacionalidad para los menores –tanto los que han nacido en el país como los que llegaron antes de los 12 años– después de cumplir un ciclo de cinco años de escolarización. Se trata de la última de las ideas que ha llegado a la Cámara de Diputados después de otras propuestas que se han discutido durante años pero sin que pudiesen prosperar por la férrea oposición de la derecha.

Todavía está vigente una ley de hace treinta años basada en el ius sanguinis. Puede tener derecho a la ciudadanía quien demuestra tener sangre italiana, y no quien reside o nace en el país. Los nacidos en Italia de padres no italianos pueden pedir la nacionalidad si han vivido ininterrumpidamente en la península hasta la mayoría de edad. Solo pueden empezar a tramitar los papeles para obtenerla una vez cumplidos los 18 años. En el caso de que no hayan nacido en Italia, deben seguir el mismo procedimiento que sus padres. Es decir, haber residido legalmente durante al menos diez años –y cumplir ciertos requisitos–, o bien casarse con un italiano. Hay algunas excepciones, como las de Ramy Shehata y Adam el Hamami, que con 13 y 12 años pudieron esconder su teléfono y avisar del secuestro del autobús en el que viajaban con sus compañeros y de la intención de su conductor de prenderle fuego. Les otorgaron la nacionalidad por sus méritos civiles.

Para Giuseppe Brescia, el diputado del Movimiento 5 Estrellas (M5E) que ha impulsado el ius scholae , esto es una “paradoja absurda”. “Es posible que haya personas en la otra punta del mundo que nunca han pisado Italia y descubren un parentesco lejano que tienen más derechos sobre los niños que van al colegio con nuestros hijos”, explica a este diario. “La sociedad ha cambiado mucho desde 1992 –insiste–. Entonces se buscaba mantener vínculos con los emigrantes italianos, y ahora Italia es un país con muchísimos inmigrantes cuyos hijos no pueden, por ejemplo, acceder a concursos públicos ni votar”.

Pero, como sucedió anteriormente, la cuestión ha despertado una guerra política. En especial, entre el M5E y el Partido Demócrata (PD), que apoyan la propuesta, y partidos ultraderechistas como la Liga o Hermanos de Italia, contrarios a hacer concesiones a los migrantes. “Es una locura porque daría la nacionalidad a todos los delincuentes de las bandas, mientras que para los niños extranjeros que van a la escuela ya están garantizados sus derechos”, ha criticado el líder de la Liga, Matteo Salvini. Su partido ha reaccionado presentando 1.500 enmiendas al proyecto de ley para bloquear su aprobación.

En el 2015 la izquierda ya intentó lanzar el ius soli (derecho de suelo) para dar la ciudadanía a los nacidos en Italia de padres inmigrantes que tenían permiso de residencia. Tampoco triunfó otra propuesta posterior, el ius culturae (derecho de cultura), una norma muy parecida al scholae que no incluía a los niños que no han nacido en Italia. “Es una ley muy equilibrada que reconoce un recorrido para la integración y el trabajo de los maestros para crear comunidad”, defiende Brescia.

(Anna Buj, La Vanguardia, 13/07/22)