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Rebelión en la granja europea

Crisis energética

Los ganaderos holandeses protestan por el plan del Gobierno de clausurar explotaciones agrícolas y reducir un 30% la cifra de cabezas de ganado para recortar a la mitad las emisiones de óxido de nitrógeno

Agricultores de Polonia y Alemania se solidarizan con la protesta holandesa y bloquean carreteras

“¿Qué sector aguanta renunciar al 70% de sus ingresos?”, plantea un productor quesero que teme por su negocio


La rebelión que desde hace años se ha gestado en las cocinas y cooperativas de las idílicas granjas que salpican el paisaje de los Países Bajos ha estallado. Carreteras bloqueadas, montones de paja quemados junto a las autopistas, supermercados desabastecidos, toneladas de estiércol esparcidas, policías que responden a tiros a las protestas de tractoristas... “Lo que está pasando aquí pasará en unos años en otros países de Europa y del mundo”, avisa Jos Ubels, presidente de Farmers Defence Force, una de las organizaciones que más ha movilizado al campo holandés. Ganaderos de Alemania y Polonia se solidarizaron la semana pasada con ellos y bloquearon carreteras.

Las estampas del caos se han apoderado de la actualidad política holandesa a raíz de los planes del Gobierno para la mitad las emisiones de óxido de nitrógeno en el 2030. Las medidas previstas son mucho más drásticas que lo que se ha visto hasta ahora en otros países: reducir un 30% de la cifra total de cabezas de ganado mediante incentivos para que los granjeros vendan voluntariamente sus explotaciones o, si es necesario, mediante expropiaciones.

“La transición es inevitable”, sostiene el Gobierno, que ve tres opciones para los granjeros: transformarse y hacerse más sostenibles, mudarse a otro sitio o cerrar el negocio. “No hay otra opción”, ha dicho el primer ministro, Mark Rutte, desatando las iras del sector. Los partidos de la coalición de Gobierno han pactado dedicar 24.500 millones de euros a comprar explotaciones agrícolas.

“Nuestra granja está afectada por una reducción del 70% de las cabezas de ganado. Si tengo que renunciar al 70% de mis vacas, vamos directos a la quiebra. ¿Qué sector puede aguantar renunciar a 70% de sus ingresos?”, plantea Stefan Mulder, fabricante de quesos. “Como sector, técnicamente hemos hecho mucho [para reducir la contaminación] y estamos dispuestos a hacer más. Solo que hay muchos otros sectores que también deberían participar”, dice al teléfono Mulder. Hace dos años tomó el relevo a sus padres al frente de la granja, situada en Melissart, al sur de La Haya. Tiene 500 vacas y dos niños que le gustaría que siguieran la tradición.

Mundialmente conocido como el pequeño país que alimenta al mundo por la alta productividad de sus explotaciones, el coste de esa marca nacional es demasiado alto en términos medioambientales, según el Gobierno. Su plan trata de dar cumplimiento a las sentencias dictada por el Consejo de Estado en el 2019, que condenó al Estado por no hacer suficiente para proteger los hábitats naturales.

La organización ecologista Greenpeace también cree que se debe exigir más recortes de emisiones al aeropuerto de Schipol o la industria pero el campo produce el 62% del nitrato depositado en áreas protegidas, subraya su portavoz nacional sobre clima, Isabelle Willemsen. “Aunque todos los sectores deben contribuir, el mayor porcentaje debe venir del sector ganadero”, dice. El presidente de Greenpeace, Andy Palmen, lo expresa en términos más crudos: “Las tiritas se quitan de la herida de un tirón. Hay que tomar decisiones dolorosas para que la sociedad pueda avanzar. Es hora de que la patronal ganadera empiece a colaborar”.

La sentencia del 2019 fue recibida con protestas y movilizaciones que han llegado a su clímax este verano, con la presentación del acuerdo de Gobierno y cuando se acaba la prórroga de dos años que la Comisión Europea concedió a La Haya para cumplir con la directiva de hábitats, que obliga entre otras cosas a proteger las aguas contaminadas por nitratos.

El estiércol que produce el ganado contiene nitrógeno y fósforo, nutrientes que en exceso elevan la acidez de la tierra y minan la biodiversidad, al igual que el amoniaco de su orina. Bruselas dijo ayer que no tomará una decisión sobre la prórroga hasta septiembre y confirmó que mantiene contactos al respecto con el Gobierno holandés. Bajo presión, un informe del Ministerio de Finanzas, en manos del partido liberal progresista D-66, divulgado ayer sugiere que el campo quizás deba hacer recortes menores de lo previsto si se considera la contribución que harán otros sectores.

“Curioso que ahora el D-66 dé un poco marcha atrás pero el Gobierno se mantiene en sus trece y quiere imponer los recortes. La protesta va a ir a más. Necesitamos producir comida y tener precios normales”, insiste Ubels, de Farmers Defence Force. “En Canadá Justin Trudeau también ha empezado a decir que tienen que recortar los nitratos. Es el Foro de Davos quien está impulsando todo esto. Hay muchos países que les están siguiendo y dejando tirada a la gente”, asegura.

El debate, coincide Greenpeace, no es único de los Países Bajos. “Somos un país pequeño y, a la vez, el mayor productor de carne de Europa. Es la legislación europea la que nos obliga a hacer algo ahora. Tenemos la mayor densidad de ganado per cápita así que somos los primeros afectados. Pero si otros países no tienen cuidado pueden acabar teniendo los mismos problemas”.

(Beatriz Navarro, La Vanguardia, 12/07/22)