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Bini Smaghi, miembro del consejo del BCE pide un banco más activo

Se despide criticando el carácter religioso del dogmatismo monetario en Europa.

Aunque su autor abandone el cargo al terminar este ejercicio, ayer sonaron las campanas del pragmatismo monetario desde el centro neurálgico del Banco Central Europeo (BCE), criatura de la ortodoxia alemana encarnada por el legendario Bundesbank. Sí, el BCE podría y debería adoptar una política de expansión monetaria cuantitativa, suma de adjetivos correspondiente a comprar deuda pública y privada a mansalva mediante creación monetaria... en caso de riesgo de deflación: caída de precios, activos, salarios y empleo, un escenario de auténtica pesadilla.

Lorenzo Bini Smaghi, uno de los cinco miembros del máximo órgano ejecutivo del BCE, quiso despedirse a lo grande. Recordando algunos principios básicos de la política monetariay de la necesidad de un prestamista de última instancia, lejos de la obsesión neurótica de los alemanes con la inflación en una confusión lamentable entre las causas y las consecuencias del tratado de Versalles de 1919, la imposición de reparaciones de guerra impagables y la posterior hiperinflación. El banquero criticó el carácter “religioso” de ciertos dogmas monetarios. Y acertó lanzando su discurso desde el Financial Times, off course.

“No comprendo las discusiones cuasi religiosas sobre la expansión cuantitativa”, sostiene el italiano, antes de recordar que semejantes medidas han sido adaptadas por los bancos centrales de Estados Unidos y el Reino Unido, donde las instituciones percibieron riesgos de deflación. Bini Smaghi prosigue su relato diciendo que el BCE no percibe riesgos de deflación en la actualidad. “Pero si las condiciones cambiaran... no veo ninguna razón por la que semejante instrumento, aplicado a las características específicas de la zona euro, no debiera usarse”.

El banquero italiano reitera la importancia de que los bancos centrales actúen de forma decisiva para atenuar los efectos del ciclo económico. La suya es una visión de la política monetaria no sólo ocupada en salvaguardar la estabilidad de precios, sino en mantener el mayor nivel de actividad y empleo sostenible y actuar como comprador de activos financieros públicos y privados para evitar un desastre. La visión que reflejan los estatutos y la práctica de los responsables monetarios de la Reserva Federal.

Los banqueros centrales, con aspecto de no haber matado una mosca en su vida, cuando se despiden disparan con bala. Y dicen lo indecible en una clarísima alusión a su ¿colega?, el alemán Jürgen Stark, economista jefe del akelarre monetario europeo y que ya anunció que abandonaría a finales de mes en desacuerdo por las compras de títulos de deuda soberana que realiza en el mercado secundario el BCE. Hasta ahora los disidentes, Ernst Welteke y el citado Stark, basan sus críticas en los estatutos del BCE y en la vigilancia del Constitucional alemán en torno a la sacrosanta independencia de la institución. Por ello, su contrincante italiano les recuerda que el BCE tiene “el deber de actuar” para que sus decisiones de políticas monetarias se transmitan a la economía real. El italiano da un paso más y lamenta que los responsables monetarios no deberían “esconderse detrás de abogados para no tomar decisiones”.

El misil tuvo una precisión quirúrgica, socavando principios del laissez faire monetario como fijar un límite al rendimiento de los títulos del tesoro de los países en apuros o para la diferencia entre estos y los títulos alemanes. Pero, eso sí, descartó comprar deuda directamente.

El BCE sólo compró 19 millones de títulos soberanos, frente a 3.361 millones la semana anterior, y ya acumula 211.000 millones en títulos de deuda griega, portuguesa, irlandesa, española e italiana. Mientras, síntoma de una gran incertidumbre, los bancos de la zona depositaron 347.000 millones en el BCE, el nivel más alto desde junio del 2010. El jueves captaron casi medio billón del BCE al 1% y a tres años. Hace dos años, sobre un préstamo similar a un año la banca sólo dedicó la mitad a comprar deuda soberana, recordaba ayer Gillian Tett...

Ayer, Jürgen Stark citó España como ejemplo para otras economías de cómo un país puede lograr una significativa reducción de los intereses de su deuda pública a través de reformas y ajustes. “España y otros países demuestran cómo es posible hacer caer los intereses si uno se esfuerza”. Los costes de la deuda española son hoy más elevados que hace doce meses.

- ¿Para qué sirve un banco central?

Burbuja ignorada. Tanto la Fed como el BCE ignoraron entre el 2004 y el 2008 los riesgos de la burbuja financiera.

Por detrás de la crisis. Los banqueros negaron la gravedad de la crisis hasta la quiebra de Lehman Brothers.

Keynes, resucita. Ante la Gran Recesión, medidas de manual, tipos de interés minúsculos, estímulo fiscal y cooperación internacional.

Ajuste y castigo. Alemania culpa a la deuda pública y exige una austeridad procíclica.

- El contexto. S&P se prepara para su decisión, en enero.

Standard & Poor’s, la agencia de calificación, anunció ayer –en un comunicado que tiene pocos precedentes en la historia de las agencias de rating– que emprenderá un análisis de la situación en Europa en la primera quincena de enero, lo que puede redundar en la modificación de las calificaciones de los distintos países. La Europa del euro se mantiene en alerta a la espera del que puede ser el mayor golpe desestabilizador de las próximas semanas: la rebaja del rating de algunos de los países centrales, y en especial de Francia, que se prepara ya para una decisión que algunos dan por descontada.

Manuel Estapé Tous, La Vanguardia