Nuestro primer acercamiento a los problemas del pensamiento político se orientará a las relaciones, en diferentes autores, entre sus conceptos de lo humano y sus conceptos de la ciudad (polis), es decir, entre sus antropologías y sus filosofías políticas.
La antropología, en su sentido filosófico, remite incluso en su etimología a un pensamiento de lo humano (en griego 'anthrôpos' = 'hombre' y 'lógos' = 'discurso' y/o 'razón'). Esta consideración de lo humano con frecuencia ha sido aprehendida a través del concepto de 'naturaleza humana', es decir, de la identificación de propiedades de la especie humana que no varían, que están en la 'base' de lo humano y que son por tanto universales y transhistóricas. Por esto precisamente, la noción de 'naturaleza humana' se sitúa más del lado de los pensamientos que priman a lo uno respecto a lo múltiple y lo mismo respecto a lo otro. Ciertas filosofías (Fichte y Marx en especial, y después, de forma más sistemática, las ciencias sociales e históricas) volvieron a cuestionar esta noción. A la noción de 'naturaleza humana' se opuso a menudo la tesis de un cambio histórico (en función de las épocas) y social (en función de las sociedades) de las figuras de lo humano. En este libro entenderemos por 'antropologías' no sólo la definición restrictiva que fija lo humano en una 'naturaleza humana', sino también otras concepciones, más históricas, de lo que es lo humano.
1.- Platón y las jerarquías 'naturales'.
Nos detendremos aquí en la obra política más conocida de Platón (hacia 428/427 - 346 a.C.): "La República" (1), diálogo en el que hace hablar a su maestro Sócrates (hacia 470/469 - 399 a.C.). Ahí precisamente se encuentran cruces entre consideraciones antropológicas y pensamiento político.
Desde este punto de vista es especialmente interesante el paralelismo establecido entre la jerarquía de las 'almas' y la de las clases en la ciudad ideal, como en este 'mito':
"Sois, pues, hermanos todos cuantos habitáis en la ciudad [...], pero al formaros los dioses, hicieron entrar otro en la composición de cuantos de vosotros están capacitados para mandar, por lo cual valen más que ninguno; plata en la de los auxiliares, y bronce y hierro en la de los labradores y demás artesanos" (libro III, p. 224-225).
Se ve que el acceso a las tres grandes clases de la sociedad ('los jefes' o 'filósofos reyes', 'los auxiliares' o guerreros y los artesanos y trabajadores) está unido a las supuestas capacidades 'naturales' de los diferentes individuos. Estas capacidades son principalmente, aunque no exclusivamente, hereditarias:
"Aunque por lo general ocurra que cada clase de ciudadanos engendre hijos semejantes a ellos, puede darse el caso de que nazca un hijo de plata de un padre de oro o un hijo de oro de un padre de plata o que se produzca cualquier otra combinación semejante entre las demás clases" ('ibid'., p. 225).
De ahí la importancia concedida a la educación en la selección de los miembros de las diferentes clases.
Esta concepción de la ciudad ideal está basada en un principio estricto de división del trabajo, tanto en las capacidades propias de cada individuo como en la actividad de las tres grandes clases en el seno de la ciudad. Esta división del trabajo que asigna una tarea concreta y fija a cada individuo dentro de la ciudad, remite a un doble concepto unitario del individuo y de la ciudad, asegurando el predominio de lo uno sobre lo múltiple para que
"cada uno deba ser puesto a un trabajo, que ha de ser aquel para el que esté dotado, de modo que, atendiendo a una sola cosa, conserve él también su unidad y no se divida, y así la ciudad entera resulte una sola y no muchas" (libro IV, p. 237).
Por tanto, es una triple jerarquía la que se encuentra encajada en Platón: jerarquía cognitiva (entre capacidades propias de la naturaleza), jerarquía social (entre las tres grandes clases de la sociedad) y jerarquía política (son los filósofos los destinados 'naturalmente' al gobierno de la ciudad).
Si se aprehenden de manera 'positiva' las palabras de Platón, puede decirse que éste 'basa' la ciudad (polis) en las diferencias y las jerarquías naturales entre los individuos. Sin embargo, si se las considera desde un punto de vista 'crítico', se dirá que justifica las desigualdades sociales y políticas 'naturalizándolas', es decir, presentando como 'natural' lo que es histórico y social.
(Notas):
(1) Probablemente escrito entre 384 y 377 a.C., trad. de J. M. Pabón y M. Fernández Galiano, Madrid, Alianza Editorial, 2006.
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Traducción de Elena Bombín Izquierdo, Alianza Editorial