2.- Aristóteles: una antropología inmediatamente política.
Aristóteles (384-322 a.C.), discípulo de Platón, desarrolló sus propios análisis, diferentes de los de su maestro en una serie de puntos.
En primer lugar, su particularidad reside en unir desde un principio antropología y política al afirmar en su 'Política' (2): "Está claro que la ciudad es una de las cosas naturales y que el hombre es, por naturaleza, un animal cívico" (libro I, p. 47). Puede decirse que en Aristóteles el hombre se constituye como propiamente humano, diferente de las demás especies animales, dentro de un conjunto de interrelaciones con otros hombres y precisamente por eso. Estas relaciones son consideradas inmediatamente por Aristóteles como "políticas", unidas a la existencia de la ciudad. La ciudad (polis) aparece como "una necesidad" que se impone a los individuos y que en consecuencia no depende de su "voluntad" (lo cual separa a Aristóteles de las problemáticas del "contrato social" como acto voluntario, más cercanas a nosotros).
Esta "naturaleza política" del hombre se enraizaría en propiedades "naturales" del ser humano, que sin embargo, para retomar una categoría aristotélica, no existen más que 'en potencia' (es decir, como potencialidades que sólo se actualizan en el paso al 'acto'). La primera de estas capacidades 'en potencia' es el 'lógos', la palabra dotada de razón: "Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra" (libro I, p. 48). La palabra constituye el primer vínculo (podría decirse 'vinculante') social y político. Es la palabra, por tanto, lo que permite enunciar las categorías morales y políticas: "La palabra ('lógos') existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto" ('ibid'.). Pues, a diferencia de los demás animales, el hombre es el único que puede "poseer, de modo exclusivo el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones" ('ibid'.).
Partiendo de esta antropología inmediatamente política, Aristóteles va a desarrollar reflexiones éticas y políticas más precisas. Como en Platón, la ciudad obedece a una división del trabajo que se apoya en las capacidades diferentes de los individuos. Las jerarquías más establecidas 'naturalmente' son la jerarquía entre hombres y mujeres, y entre hombres libres y esclavos. Aristóteles no duda en hablar de "lo que por naturaleza domina y lo dominado" (libro I, p. 46), y "de tal modo, por naturaleza están definidos la mujer y el esclavo" ('ibid'.). Después establece dentro de los hombres libres una división de funciones menos dictadas por "la naturaleza", pero que responde a las capacidades desarrolladas por unos y otros en el curso de sus respectivos aprendizajes. No obstante, el tener en cuenta la división del trabajo no conduce a Aristóteles a una visión tan unitaria de la ciudad como la de Platón, sino a una opinión menos desequilibrada de lo uno y lo múltiple: "Por su naturaleza la ciudad es una cierta pluralidad" (libro II, p. 74).
Aristóteles se distingue igualmente de Platón por su mayor preocupación pragmática y empírica. "La República" proponía una ciudad ideal gobernada por "la sabiduría" del "filósofo rey" que accede al dominio superior de las "Ideas" (o de las "Esencias"). La filosofía política de Aristóteles, que quiere ser igualmente 'ciencia' de la 'política', se preocupa de tener en cuenta hechos y no solamente perspectivas ideales: "También en cuanto a los sistemas políticos corresponde a la misma ciencia examinar el más perfecto [...] y cuál sería el más apropiado para unas personas u otras" (libro IV, p. 158-159). Dentro de la categoría de "ciencia" de la política están aquí asociadas preocupaciones directamente normativas ("el mejor sistema") y más analíticas ("cuál habría de ser el más apropiado para unas personas u otras").
Además, si una parte del pensamiento político de Aristóteles, siguiendo al de Platón, se apoya en elementos de naturalización de las diferencias entre individuos y grupos, se encuentra en él también una teoría de la acción que des-naturaliza y des-fataliza otros elementos del rompecabezas. Esta visión de la acción se expresa muy particularmente en su "Ética a Nicómaco" (3). Aristóteles distingue ahí (en particular en el libro VI, cap. V) entre la ciencia, que remite a la 'necesidad' (es decir, lo que no puede ser de otro modo) y la acción, que se refiere a lo 'contingente' (lo que podría ser de otro modo). A diferencia de la ciencia, la acción está entonces asociada a la deliberación, a la conjetura (es decir, al dominio de la hipótesis y de la incertidumbre), a la habilidad adquirida y a la experiencia. Así pues, Aristóteles extrae aquí el dominio de la acción (y por tanto también de la acción política) del orden de la necesidad (y por tanto de "la naturaleza") para introducirlo en el orden de la contingencia.
Otro elemento de des-naturalización aparece en el mismo texto con su acercamiento a 'la virtud', según él elemento indispensable de la acción moral y política. Si las virtudes existen 'en potencia', no se realizan más que a través del aprendizaje y la educación:
"Ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por naturaleza [...] de aquí que las virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza; sino que nuestro natural puede recibirlas y perfeccionarlas mediante la costumbre [...] practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados, y practicando la virilidad, viriles" (libro II, cap. 1).
En relación con las formulaciones de Platón, esta dialéctica de 'la potencia' y 'el acto' nos lleva a dar más importancia a la adquisición (por los aprendizajes) en comparación con lo innato. Retrospectivamente, transforma los términos del debate actual sobre el modo de la potencialidad y su actualización en la acción; este debate opone lo innato y lo adquirido, ya que ambos son pensados necesariamente en relación. Y en el par potencia/acto, potencialidad/actualización o disposiciones/acción, "los actos gobiernan con soberanía nuestras disposiciones" (libro II, cap. 2).
Se puede decir de Aristóteles que tuvo la originalidad de afirmar una antropología inmediatamente política y que se debe hacer un balance contrastado de los detalles de su antropología y su filosofía política, que comprende a la vez elementos de naturalización y de des-naturalización.
(Notas):
(2) Trad. de C. García Gual y A. Pérez Jiménez, Madrid, Alianza Editorial, 2000.
(3) Trad. de J. Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 1985.
(Ver entrada siguiente)
Traducción de Elena Bombín Izquierdo, Alianza Editorial