Que tiemble todo aquel que tenga algo que ocultar sobre su tesis doctoral. Si el año pasado las acusaciones de plagio tumbaron a dos políticos alemanes en la cresta de la ola, ahora quien está bajo sospecha es el presidente de Hungría, el campeón olímpico de esgrima y ex embajador del país en España, Pál Schmitt.
La “mayor parte” de su tesis doctoral sobre los Juegos Olímpicos modernos, presentada en 1992 en una universidad de Budapest, “es una traducción idéntica, palabra por palabra, de un texto de los años ochenta procedente de un experto búlgaro, Nikolaï Georgiev”, ha denunciado el principal semanario financiero húngaro, HVG. Pál Schmitt, al igual que en su momento hizo el ya ex ministro de Defensa alemán, Karl-Theodor zu Guttenberg (la eurodiputada Silvana Koch-Mehrin, en cambio, se retiró en cuanto surgieron las primeras alegaciones) ha negado “categóricamente” las acusaciones. La documentación presentada por la revista es también categórica y concluye que 180 de las 215 páginas que tenía su tesis son una simple traducción del trabajo de Georgiev, que presentó su disertación en francés cinco años antes en una universidad suiza.
Schmitt admite que, como miembro del Comité Olímpico Internacional, conoció a Georgiev y colaboraron en algunas investigaciones. Ambos bebieron, asegura, de las mismas fuentes (actas de reuniones del comité ejecutivo, entre otros materiales). Schmitt lo cita en su bibliografía, pero sin especificar a qué trabajos del experto búlgaro recurrió. Georgiev murió hace unos años pero su hija ha declarado no saber nada de esa supuesta colaboración. La tesis de Schmitt fue premiada con la distinción summa cum laude por la Universidad de Ciencias Físicas de Budapest, ya desaparecida.
La acusación de plagio se evoca entre carcajadas estos días en los cafés de la capital. Para mayor escarnio, el propio presidente firmó hace unos meses una ley que tipifica como delito este tipo de plagios y lo convierte en motivo de expulsión de los centros educativos superiores. Varios partidos de la oposición han reclamado su dimisión para preservar la dignidad del cargo, pero Schmitt se resiste y el Gobierno le apoya.
Campeón olímpico de esgrima en 1968 y 1972, director de hoteles, diplomático y eurodiputado después, Schmitt fue nombrado presidente de Hungría hace año y medio. Fue una elección polémica, sin consenso, aprobada sólo con los votos de los miembros del Fidesz, el partido del primer ministro, Viktor Orbán. En su discurso de investidura, consideró “imperativo en tiempos de crisis” estar al lado del Gobierno. Y, a diferencia de anteriores presidentes, que bloqueaban la ratificación de leyes si observaban algún conflicto, Schmitt ha demostrado ser el jefe de Estado dócil que Fidesz buscaba.
“Es una marioneta del Gobierno, una más”, denuncia hastiado Balint Magyar, un ex diputado y ex ministro del partido liberal, durante una entrevista en el hotel Astoria, en Pest. El establecimiento fue un nido de espías durante los años de la guerra fría, relata. “Schmitt trabajó como director de este hotel, y como tal es seguro que colaboró con los servicios secretos del régimen comunista, pero de eso no se habla. Es típico de Orbán rodearse de gente a la que puede chantajear”.
Beatriz Navarro, La Vanguardia