El vicesecretario general y el barón de Jaén incitaron a los andaluces a rebelarse contra Griñán durante la madrugada. López, Madina y Jiménez se acantonaron en las puertas para recibir a los delegados.
La favorita no era tal y la sorpresa se esperaba. Rubalcaba, el PSOE encarnado, la sosegada voz de la experiencia, brindaba a los nervios el bamboleo de su mandíbula. Entre tanto Chacón, ilusión de progresistas, se encomendaba al santoral para quedarse como estaba. La catalana arribó al congreso de Sevilla con el triunfo en el bolsillo (sus adeptos le otorgaban una ventaja de 97 votos) y en la “capital del socialismo” fue recibida por un Griñán en estado de “neutralidad activa”, sobreexcitado en su apoyo. Lo escoltaban en el acoso a los delegados Pajín, Zerolo, Caamaño y Moratinos. En la alfombra carmesí se acantonaba, asimismo, un sexteto de refuerzo encabezado por los asesores Luis Arroyo, el pelo cortísimo para camuflaje, y Óscar Santamaría. La pujanza de los chacones, no obstante, era conjurado por Patxi López, Madina y Jiménez, que abrían la puerta a los delegados con afabilidad. Esta trinidad, junto a Benegas y Ares, resultó esencial para mantener el apoyo del Norte a Rubalcaba ante el empuje de Chacón, cuando hasta los vascos comenzaban a perder la fe.
Sin embargo, los artífices de la remontada fueron Blanco y Zarrías, ricos en ardides. Durante la madrugada del sábado entrambos se multiplicaron en su acción de campaña. El ex ministro de Fomento recorría con celeridad los pasillos semivacíos del hotel mientras el barón de Jaén apelaba a su natural gracia, dispensando la dupla agasajos a los militantes que noctambulaban en compañía de la diosa Cruzcampo. Andaluces, por cierto, casi todos, y con el voto decidido en apariencia, más cierto aún, a favor de Chacón. A esas horas que permiten especular con la decencia no se dejaba ver ya ningún miembro del equipo de la catalana, más por perseverar en su impostura de euforia que por confianza.
Los fantasmas del 35 congreso y la naturaleza tendente a la emboscada del PSOE permitieron a pocos conciliar el sueño. Así, los partidarios de Chacón dejaron el hotel para blandir los móviles. En el cruce de llamadas se desempeñó sobremanera Susana Díaz, lugarteniente de Griñán. Alfredo, no menos pendiente del teléfono, aseguró retirarse “a preparar el discurso” sobre la 01.00 de la madrugada, aprovechando la maniobra de despiste para incidir en su desarrollo de las ideas en contraste con las lecturas prefabricadas de su rival. El producto Chacón, enlatado por un equipo avezado en marketing político, ha sido uno de los blancos para los embates del ganador. “Es una chaqueta roja con frases hechas”, resumió ayer un leal a Rubalcaba. El empirismo en los detalles del entorno de Chacón la vistió ayer con pantalones, para evitar ser identificada como “Zapatero con faldas”.
La batalla final se dio por los delegados de la aparentemente ácrata Andalucía. A la hora de las votaciones las Juventudes Socialistas de la región se embutieron camisetas de apoyo a la catalana (“Carme Chacón es la solución”), mientras ella posaba sabedora de que el aplausómetro la encumbraba. Obviaba, sin embargo, que Rubalcaba irrumpió en el congreso con Antonio Viera, denunciante de las “presiones” de la Junta, y que alcaldes como Francisco Tosano, de Dos Hermanas, censuraban en las esquinas la “majadería de la neutralidad” de Griñán. Y la bendición de Chaves y Felipe y Guerra, y la conjura de los caciques locales Rodríguez Gómez de Celis, Isaías Saldaña, José Caballos y Ramón Díaz. Y de tantas copulativas más, tan prolijas como la carrera de Rubalcaba, el veterano del cambio.
Luis Rivas, La Gaceta