Más de 11.000 entradas y 1.050.000 visitantes desde el 9 de octubre de 2011

Podemos, entre la grima y la necesidad (Toño Fraguas)

Reconozco que me descolocó (bueno, me indignó más bien) aquel vídeo de hace meses en el que Pablo Iglesias hablaba de ‘gentuza’ para referirse a personas excluidas y donde justificaba la violencia para responder a un hurto. Luego dijo que fue ironía, pero tampoco me tranquilizó del todo la explicación que dio después en su blog (como tampoco me tranquiliza que un político no sepa manejar la ironía en cuestiones tan graves). Desde entonces, aunque le dé la razón a Iglesias en muchos argumentos (en incluso lo jalee para mis adentros) no dejo de pensar en lo de la ‘gentuza’.

Reconozco que me cuesta más justificar otras suspicacias que me despiertan algunos miembros de la cúpula de Podemos. No dice mucho en favor de mi capacidad de análisis político que el lenguaje no verbal de Monedero me asuste (siempre con el ceño fruncido) o que me escame el hecho de que, como el psicoanálisis, Carolina Bescansa tenga respuesta para todo. Tampoco veo diáfana la postura de la cúpula de Podemos sobre conceptos como ‘patriotismo’, ‘nación’, ‘pueblo’… por no decir que me parecen del todo insuficientes las medidas dedicadas al medio ambiente que recoge su programa electoral (10 medidas, poco desarrolladas), cuando creo que la defensa del medio ambiente es la única lucha que, de verdad, pone contra las cuerdas al capitalismo salvaje. Ni que decir tiene que los partidos tradicionales y sus cúpulas me despiertan mucha más suspicacia, pero al igual que a usted y a muchos electores, los partidos tradicionales cada vez me dan más igual.

Dicho esto, creo que Podemos es necesario, y quería analizar algo que viene pasando los últimos días: PP, PSOE y sus medios afines están tratando de ver en los interminables escándalos de corrupción descubiertos en sus filas la explicación para el ascenso imparable de Podemos en las encuestas. El razonamiento es simple y desesperado: “Si Podemos sube en los sondeos es por nuestros casos de corrupción. Si tomamos medidas contra la corrupción, frenaremos el ascenso de Podemos”. Se equivocan. Los casos de corrupción en el seno del bipartidismo son sólo una de las explicaciones para el auge de Podemos. La explicación principal va más allá de la propia formación política que lidera Pablo Iglesias.
En una escena mítica de la película Aprile, de Nanni Moretti, el cineasta italiano mira desesperado una tertulia política en la tele. Corre el año 1998 y el candidato izquierdista, Massimo D’Alema, deja que Berlusconi suelte toda su bazofia fascistoide sin replicarle. Moretti clama: “¡D’Alema, di algo de izquierdas! ¡D’Alema, respóndele, dí algo sobre ciudadanía al menos! ¡D’Alema, di algo, lo que sea!” Esta escena muy bien pudo marcar el acta de defunción (tras una agonía larvada desde mediados de los ochenta) del discurso socialdemócrata en Europa. Y sin duda refleja el estado de ánimo de muchos ciudadanos de izquierdas desesperados con sus representantes políticos.

Asiduo a las tertulias televisivas, Pablo Iglesias y sus compañeros en la cúpula de Podemos han llegado para solventar ese deseo de muchos ciudadanos de responder a tanta berlusconización de la política, a tanto compadreo. Ojo: el mero deseo de responder, de que alguien responda, es lo que ha logrado que la ciudadanía encumbre a la formación de Pablo Iglesias. Podemos es un recipiente que recoge una lluvia de indignación (de la izquierda, pero también de la derecha, ahí está Bertín Osborne), pero esa lluvia es previa. Es llamativo que otros partidos nuevos no hayan sabido o podido capitalizar ese estado de ánimo colectivo, sin duda porque no han querido bajar al fango de las tertulias televisivas. Podemos, además, juega con una baza política de la que nadie más disfruta: son absolutamente inéditos, no han ejercido ninguna responsabilidad de Gobierno, no se han manchado las manos (todavía).

Una sociedad democráticamente sana no debería necesitar de un partido como Podemos, pero la sociedad española no es democráticamente sana. De hecho ahora sabemos que la Transición fue un modelo, sí, pero empezamos a tener dudas exactamente de qué. ¿Un modelo de cómo perpetuar un sistema clientelista y caciquil, dando la ilusión de que los ciudadanos deciden algo?

Podemos debe actuar como una pastilla de jabón: debe servir para contribuir a la limpieza de la sociedad pero, como el jabón, irse por el desagüe una vez que ha sido utilizado. Por descontado, nadie dice que deba desaparecer una vez que haya hecho su trabajo (empujar hacia una reforma electoral, una revisión del texto Constitucional, un blindaje de los derechos sociales, una auténtica reforma fiscal progresista, etcétera). Pero si algo hemos aprendido es que a España no le sientan bien los partidos hegemónicos. Quizá debamos estar aliviados por el hecho de que haya surgido en España un partido como el que lidera Iglesias, que sirva de tratamiento de choque y que canalice el descontento ciudadano (alejándolo de la violencia que se vive en otros países). Pero los tratamientos de choque no deben durar eternamente y si la raíz de Podemos es de verdad ciudadana y democrática, un Estado español gobernado por ellos debería dar paso en pocos años a un sistema político que de verdad refleje la inmensa pluralidad política de la sociedad española.

(La Marea)