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Gervasio Sánchez: “Un conflicto bélico sin periodistas es una guerra olvidada”

Periodista y fotógrafo

Como decía Leguineche, Gervasio es un periodista de la Tribu, de los que viajan por el mundo en busca de la noticia. El día 20 participará en Bilbao PhotoExperience

Del 20 al 22 de mayo, se celebrará el Bilbao PhotoExperience, un evento en el que el arte, la fotografía contemporánea y las nuevas tecnologías se unirán para convertir a la ciudad en la capital del conocimiento de la imagen. Entre los profesionales que hablarán de su trabajo se encuentra el periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez, que ha sido testigo de la peor condición del ser humano, cubriendo durante más de treinta años diferentes conflictos bélicos por todo el mundo. Gervasio es un periodista de raza que, aunque repudia la guerra con todas sus fuerzas, siente la necesidad de estar presente en ella. Un periodista que sabe que, para acercarse a la verdad de un conflicto, hay que estar al lado de las víctimas.

- Ha caminado entre cientos de muertos en Ruanda, ha escuchado testimonios sobrecogedores de niños soldado en Sierra Leona ... Pero, sus rostros de guerra siempre tienen nombre y apellido.

- Precisamente, Rostros de guerra es el título de la conferencia que impartiré en Bilbao el lunes. En los medios de comunicación hay una sobredosis de números, las víctimas aparecen ligadas a muchos ceros. 100, 1.000, 10.000 muertos... Pero el gran error de la prensa es no haber conseguido transmitir a las personas que viven a miles de kilómetros el horror que se sufre en estos conflictos.
- Entre su inventario de la sinrazón, ¿hay algún conflicto que le haya marcado personalmente?

- Soy de los que consideran que hay que hablar menos de nosotros y más de lo que pasa. Hay una tendencia en el periodismo español de contar lo que les ocurre a los periodistas. Cuando se va a una guerra se va por múltiples razones. Hay periodistas que quieren ganar premios, otros que se aburren en casa y hay gente que va a la guerra porque cree que hay que documentar lo que ocurre en estos sitios olvidados y oscurecidos porque una guerra sin periodistas es una guerra olvidada. La única razón inexistente es que quieras ser protagonista. Lógicamente, después de treinta años de experiencia, hay conflictos que me han marcado más que otros, conflictos en los que he visto el sufrimiento más explícito... Pero, al final, cada guerra acaba en una rutina de violencia, de brutalidad, de sufrimiento, de dramas... Es imposible categorizar el dolor de las víctimas. Prefiero hablar del dolor general, del universal, del de la guerra.

- A veces una foto consigue cambiar el mundo. Como la del niño sirio cuya imagen se convirtió en el símbolo del drama de los refugiados, tendido sin vida en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu.

- Desde septiembre, cada vez que doy una conferencia o voy a impartir un taller, pregunto a los asistentes cuál es la imagen que más recuerdan y todo el mundo se acuerda de esa. Luego les pregunto cómo se llamaba ese niño y pocos conocen su nombre: Aylan. Y ya si les pregunto qué pasó ese día casi nadie sabe que, además de morir Aylan, murió también su hermano de 5 años y su madre. Al final, una imagen se puede convertir en icónica, puede provocar un debate, golpear la conciencia de los ciudadanos, de los políticos, de los periodistas, pero con el paso de los días y las semanas se acaba diluyendo el contenido real de la imagen.

- Pero esa imagen consiguió al menos que la UE pasara de aceptar 40.000 refugiados a 160.000.

- Multiplicó por cuatro el número de refugiados aunque, por ejemplo, España se comprometió a traer a 17.500 y hasta ahora solo han llegado 18. Al final, tampoco se han cumplido los compromisos.

- ¿Recuerda la primera vez que tuvo que enfrentarse al horror de un conflicto bélico?

- Era muy joven, cuando empecé a estudiar periodismo en la Universidad de Barcelona ya quería dedicarme a esto. No hice periodismo para hacer política nacional o local. En los años de la universidad ya aprovechaba algunos huecos para viajar a países no muy conflictivos, pero al final, los viajes se acababan complicando. En 1980 me fui a Turquía con un golpe de Estado, había un caos tremendo... En segundo de carrera, en 1982, me fui a Israel, durante la invasión del sur del Líbano.

- Y cuando terminó la carrera, ¿ya empezó a trabajar de manera más precisa en los conflictos bélicos?

- Así es, sobre todo en Centroamérica y en América Latina en general. Estuve en El Salvador, Guatemala, Nicaragua... conflictos mediáticos que cubrían las cadenas de comunicación norteamericanas, que son los que todo el mundo sigue después. Los americanos centran la atención en un conflicto y todas las cadenas europeas, incluidas la españolas, se centran también en ellos.

- Ha contado en numerosas ocasiones que al principio tuvo que costearse sus viajes trabajando de camarero...

- Me tiré 17 veranos de mi vida trabajando de camarero, desde 1975 a 1991, hasta dos semanas antes de ir a la guerra de Croacia, porque no conseguía recuperar la inversión de los viajes a través solo de mis textos y mis fotos. Trabajaba a destajo en un bar, al tanto por ciento de lo que se ingresaba cada día, de lunes a domingo, durante tres meses. Y eso que eran épocas en las que se ganaba mucho dinero en el periodismo español, había pagas de beneficios escandalosas.

- ¿Cubrir los conflictos bélicos estaba tan mal pagado?

- Y sigue estándolo. Recuerdo que me he enfadado muchas veces a la vuelta de mis viajes porque me habían valorado mis historias a la baja, normalmente algún mediocre de la redacción que estaba intentando ganar puntos recortando el presupuesto que tenía para demostrar que era capaz de ahorrar más. También me he encontrado con gente decente que ha pagado bien, pero era lo rarísimo, en épocas en los que los medios ganaban mucho dinero.

- ¿Qué le aconseja a los jóvenes que le dicen que quieren ser reporteros de guerra?

- Primero, les digo que el mejor proyecto es buscar una buena historia al lado de tu casa. Si eres capaz de contarla a tu manera, de una manera diferente y original, serás capaz de descubrir historias al otro lado del mundo. Si no, caerás en la trampa de hacer lo mismo que ya han hecho los demás y tus historias no van a interesar a nadie. Y en segundo lugar, les suelo recomendar que se busquen otra profesión para costearse los viajes. Como hice yo y como han hecho muchos compañeros míos.

- En este evento fotográfico que se va a celebrar en Bilbao se abordarán las nuevas tecnologías en este campo. ¿Cómo se lleva con ellas?

- Estoy enamorado de ellas, crecí en la época del fax, de los primeros satélites, y he sufrido las dificultades de conexión. Los compañeros que me precedieron tenían que transmitir por télex. Yo lo tuve más fácil, era meter la crónica por una ranura en una máquina y llegaba a su destino. Parecía un milagro. Después, empecé a mandar las crónicas con un ordenador... Nunca me hubiera imaginado estar en Kabul o en Bagdad y poder mandar tu crónica en un segundo. Lo que ocurre es que hace veinte años, mandar una fotografía desde Sarajevo hasta Madrid, desde teléfonos satélites te costaba entre 200 y 400 dólares de aquellos tiempos y aparte tenían que pagarte tu trabajo. Hoy en día enviar esa imagen es totalmente gratuito, pero esos euros que se ahorra el periódico, en vez de invertirlos en mejorar la situación del fotógrafo o en hacer mejores reportajes y dar más tiempo para que puedan llevarse a cabo, se ahorra un dinero que no se reinvierte en mejorar el periodismo. Se lo acaban embolsando los propietarios de los medios.

(Maite Redondo, Deia)