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¿El día de la marmota? (Mikel Arana)

Ayer comenzó otra campaña electoral. Nótese que hablo de “otra” campaña electoral y no de “la” campaña electoral.

Hemos vivido tantas campañas en los últimos dos años -y las que pueden quedar- que el inicio de una nueva nos trae a la cabeza la famosa película protagonizada por Bill Murray, Groundhog Day, que aquí se tituló Atrapado en el tiempo y popularizó como el Día de la Marmota.

Para quienes no conozcan la película, el protagonista de la misma es un periodista que se despierta el día 2 de febrero una y otra vez para retransmitir la salida de una marmota de su madriguera. Según una tradición, dependiendo de si se ve su sombra o vuelve a la madriguera el invierno durará más o menos.
Así pues, otra vez la “tradicional pegada del primer cartel”, otra vez los mítines, encuestas, entrevistas, debates, en fin, lo que viene siendo una campaña al uso, o tal vez no tanto. Porque si bien es cierto que con solo oír campaña electoral la mayoría puede dar un respingo, lo cierto es que esta tendrá ciertos elementos que la harán diferente de otras anteriores.

Para empezar, tenemos un candidato a lehendakari que ya no lo es tal por decisión del Tribunal Constitucional. Una alteración en el normal discurrir de la campaña que estará presente con mayor o menor intensidad desde el primer hasta el último día.

Para continuar, si hacemos caso a las encuestas ya publicadas, la incógnita no se sitúa tanto en saber quién ganará las elecciones como en ver quién ostentará la segunda posición y quién la tercera.

La batalla entre las dos coaliciones que se presentan a los comicios -EH Bildu y Elkarrekin Podemos- será sin duda encarnizada, aunque muy probablemente de guante blanco, ya que ambas saben que solo a través la unión de sus votos tendrán alguna capacidad de influencia en el Parlamento.

Una capacidad de influencia que, por otro lado, se verá absolutamente mediatizada por el resultado de la suma de los escaños del resto de partidos. Si la suma entre populares, socialistas y jeltzales supera al de las coaliciones, su irrelevancia política puede ser muy similar a la del Congreso de los Diputados, donde salvo sorpresa de última hora no parece que vayan a tener ningún papel determinante.

Por último, pero no por ello menos importante, habrá que ver hasta qué punto influye la situación política estatal en la vasca a pesar de los esfuerzos que harán los partidos nacionalistas vascos por intentar convencernos de que Euskadi es una especie de isla quimérica en la que los embrollos españoles solo generan distorsión y empeoramiento en nuestras condiciones de vida.

Será pues el discurrir de la campaña y el resultado de las votaciones los que nos aclaren si estamos ante el Día de la Marmota o ante un cambio real en la política vasca y tal vez, desde aquí, en la española.

(Deia)