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La auténtica crisis nacional (Fernando Ónega)

La encuesta del CIS sobre las elecciones vascas ha dejado un diagnóstico inquietante, más allá del pronóstico de quién será el ganador, los pactos que requiera para gobernar y lo que suponga para deshacer el bloqueo de la política española. Ese diagnóstico es el retroceso, por no decir el batacazo, de los dos partidos que hace nada prometían estructurar la nación española: el PP y el PSOE. De un Parlamento de 75 escaños, esas dos fuerzas políticas ocuparán 16, una inmensa minoría. No creo que sea un exceso de fatalismo afirmar, por tanto, que los defensores de la Constitución de 1978 están en riesgo de quedar fuera de las instituciones vascas si continúa su pérdida de votos.

En Catalunya no hay nuevas elecciones a la vista. Ya se ha cubierto el cupo de urnas para una larga temporada. Pero, si no hubiera irrumpido Ciudadanos como segunda fuerza, podría decirse algo parecido o quizá peor: un PSC estrepitosamente a la baja y un Partido Popular que no acierta a conectar con una parte importante de la sociedad hacen que los dos partidos de la estructuración de España corran el riesgo de ser testimoniales, como desea el señor Rufián. La Constitución, que con tanto entusiasmo fue aprobada en Catalunya hace menos de cuarenta años, también ve descender allí el número de sus defensores. Sólo Ciudadanos, insisto, impide esa certificación de su agonía. Añadan ustedes a estos apuntes la aparición en escena de una peligrosa división: partidos “constitucionalistas” y partidos “anticonstitucionalistas”. Un personaje de tanta relevancia como el jefe del gobierno español, don Mariano Rajoy, asumió también ese lenguaje al pedir la formación de gobierno a los “partidos constitucionalistas” y excluir a todos los demás, incluso para el diálogo. Siendo cierta esa división, hay que anotar que quedan fuera del manto de la Constitución, y con bendiciones oficiales, partidos como Convergència Democrática, Esquerra Republicana, Podemos, Izquierda Unida, En Marea, el PNV, por supuesto EH Bildu y otras fuerzas políticas estatales o regionales. Tal exclusión todavía no es un peligro serio para el sistema, pero puede serlo en el futuro. ¿Se dan cuenta nuestros “hombres de estado” de la fragmentación que se está creando? ¿Se dan cuenta de cómo fomentan una apropiación de la Constitución que excluye a buena parte de la sociedad? Alguien tiene que cambiar de actitud.
Y remato el cuadro con la difícil situación del PSOE, cuya aceptación del régimen del 78 ha sido la gran clave de la estabilidad española. Ha sido el gran modernizador de España. Ha sido la izquierda que hizo el prodigio de legitimar la monarquía después de más de un siglo de profesión de fe republicana. Hoy vive de su inercia histórica, pero castigado en cada una de las elecciones que se celebran, sin que Pedro Sánchez consiga ser el hombre que le diga “levántate y anda”. Un relevo del PSOE por Podemos o alguna de sus marcas, que ya ocurre en Galicia, en el País Vasco y en parte en Cataluña, introduciría un factor de cambio de imprevisibles consecuencias. Todo esto, sumado, es lo que ya llamo “crisis na­cional”.

(La Vanguardia)