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Querido Julio, gracias por ayudarme a pensar (Daniel Padilla Ruiz)

Soy un lector asiduo de Mundo Obrero. Les envío esta carta de admiración y respeto, que he escrito tras su hospitalización, como un homenaje a la labor de Julio Anguita durante tantos años

Querido Julio

Escribo esta carta desde mi más profunda admiración y respeto y con la ilusión de volver a escucharte, a leerte, a pensar contigo.

Nací en una familia de esa clase media que surgió en los ochenta, esa clase trabajadora que luchó por la democracia y se abrazó a las bondades del progreso económico, ese progreso que tú me enseñaste que había que cuestionar. Y así sucedió. Pronto sentimos el dolor de la precariedad y de la injusticia. Y en esos momentos de necesidad me cuestionaba si con mis 16 años tenía que empezar a trabajar y dejar de estudiar. En esa dura realidad me acordé de tus enseñanzas: La rebeldía empieza en la cabeza. Y desde mi corazón, mi alma y mi conciencia, decidí que iba a seguir estudiando mientras trabajaba para poder comer y tener alguna comodidad cultural. Iba a canalizar mi rebeldía y frustración en orgullo de clase y necesidad de justicia social.
Julio, siempre has estado cerca de mí. Aunque nunca tuve la fortuna de poder hablar contigo, es como si tus palabras estuvieran a mi lado desde mi infancia, desde que escuchaba y veía el debate sobre el estado de la nación en la tele en lugar de ir al colegio. Fingía fiebre o malestar. Tú me habrías regañado por no ir a clase pero el imán de tus reflexiones era más intenso.

Julio, profesor, siempre nos enseñas a pensar, te han tachado de dogmático desde las poltronas del poder, desde aquella izquierda hegemónica que vivía de las prebendas del PSOE. Pero tus palabras nunca fueron un dogma, solo la convicción de que tu reflexión compartida era el principio de un camino a seguir. ¿Qué camino a seguir? El de la crítica. Nos invitas a pensar en el largo tiempo, a analizar cada problema desde su raíz, desde la radicalidad del pensamiento. ¿Es dogmático invitar a pensar? No, dogmático es decir que no hay alternativa. Te han llamado Quijote tantas veces … Luchar contra la injusticia y por la igualdad, amar la vida (la tuya y la de los demás), no tener miedo al fracaso, levantarse y caer, ser fiel a tus convicciones … ¿Es eso ser un Quijote? Parece que al final esos molinos sí eran gigantes y los bancos alemanes siguen siendo los dueños de nuestro grano como ya denunciaba Cervantes en el siglo XVII. Y sí, es cierto, en España hay muchos Sanchos pero quizás el peligro esté en el barbero y el cura que nos subyugan.

Julio, tu voz nunca se apagará, escribiendo estas palabras se me quiebra una parte de mi alma, no puedo aceptar que tu triste figura se aleje de este mundo que tanto amas. Las personas pasan, sus hechos quedan. Me acompañas en mis escritos, en mis horas de estudio, en mis reflexiones, en duros debates en los que tenía que defender una posición contraria a esa hegemonía mediocre que nos golpeaba con Maastricht y su euro, contra los crímenes de Yugoslavia, Irak, Afganistán o los Gal, a favor de una España diversa y plural, contra esa economía extractivista y patriarcal que aniquila al planeta y se apoya en los cuerpos de millones de mujeres que cosifica, contra esa razón absoluta de un mundo unipolar gobernado por una deformada cultura anglosajona que santifica y glorifica la rentabilidad, la celeridad y la ganancia. Tus palabras, tus discursos y tus publicaciones, y, sobre todo, tu vida, la “pedagogía de tus pasos”, nos marca una Vía Apia por la que debemos transitar. Nunca nos dices qué pensar sino que pensemos por nosotros mismos.

Gracias profesor. Tu corazón noble de sangre roja debe resistir. Necesitamos que siga latiendo sabiduría y regando conocimiento para que nos empuje a combatir con suavidad y firmeza contra esa España que nos hiela el corazón. Con la fuerza de la razón, con la convicción de la humanidad y con el deseo de un mundo mejor.

(Mundo Obrero)