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Cachemira, escenario de otro enfrentamiento multilateral (Txente Rekondo)

Txente Rekondo es analista internacional

Choque fronterizo entre China e India

En los más de 3.800 kilómetros de fronteras entre India, Pakistán, China e India, fruto de una herencia poscolonial envenenada, los estados modernos no han sido capaces de delimitar oficialmente las líneas divisorias y han alimentado una relación llena de intereses antagónicos y disputas territoriales, reflejadas en el último choque entre China e India

Si Delhi pretendía reducir el «problema» de Cachemira a un asunto interno, superando de facto la percepción de que es una disputa bilateral, se ha dado de bruces con un problema multilateral

La reformulación de estados en el poscolonialismo trajo el reparto de Cachemira entre India, China y Pakistán, que, durante la guerra fría jugaron sus bazas –dando forma a las llamadas Línea de Control, (LOC, entre India y Pakistán) y Línea de Control Actual (LAC, entre India y China)– mientras el movimiento de liberación de Cachemira hacía lo propio. La desaparición del espacio soviético, la reformulación del nuevo orden mundial y la aparición del factor islamista traerán consigo la reformulación de alianzas y agendas interestatales.
A finales del siglo pasado, sobre Cachemira la alternativa armada de movimientos yihadistas desplazará el papel hegemónico de las fuerzas laicas y dará paso a la llamada «primavera cachemir».

Ya en el siglo XXI, se producen dos cambios clave. Por un lado, la llegada al poder en India del Bharatiya Janata Party (BJP), que busca definir el conflicto como «un asunto interno», sustentado en su ideología hindutva, demonizando a la población musulmana y aumentando la represión y el pulso con Pakistán. Por otro, la derogación el 5 de agosto de 2019 del artículo 370, por el que India disuelve el estatus especial de Jammu&Cachemira, que queda dividida en dos partes como territorios de la Unión. Algunos analistas sitúan este movimiento, que no ha sido del agrado de Pakistán ni de China, en el origen de los nuevos choques en la LAC.

El auge del BJP y su ideología, su acercamiento estratégico a EEUU y su manipulación de la historia reciente han pesado en la estrategia de India. La guerra entre Nueva Delhi y Pekín de 1962 dejó abiertas heridas que han sido utilizadas para manipular a la opinión pública india. La humillación por aquella derrota se presenta como fruto de una agresión china, pese a que la mayoría de autores señalan que el movimiento expansivo de India obligó a China a responder militarmente.

Además, la alianza con EEUU, reforzada por el viaje de Trump previo a la crisis del covid-19 y al apoyo militar que Washington otorgó a Delhi durante la crisis de 2017 han desagradado tanto a China como a Pakistán.

El propósito de Pekín con estos enfrentamientos y movimientos militares es estratégico, y tras ellos probablemente ya nada será como antes sobre el terreno.

China ha anunciado que busca hacer regresar a Nueva Delhi al consenso de Wuhan (2017) y revocar el nuevo estatus de Ladakh, e indirectamente el del nuevo Jammu&Cachemira. Tras la crisis de Doklam, ambos Estados se comprometieron a cooperar y no ser rivales. Por eso, la alianza indo-estadounidense es interpretada por China como un incumplimiento de ese acuerdo.

Es probable que Pakistán se esté frotando las manos. Considerando que una situación de «suma cero» es positiva para su país, Islamabad ve la presión militar china sobre India como un paso para debilitar a su vecino, un objetivo central en su política exterior durante décadas. Además, devuelve la atención mediática sobre la región, desbaratando las pretensiones indias de que sea visto como un asunto de política interna, y desvía la atención sobre investigaciones que vincularían la actividad paquistaní a movimientos armados yihadistas.

EEUU también permanece atento. Sus deseos de profundizar en la relación estratégica con India coinciden con los intentos por contrarrestar el auge e influencia de China y con torpedear proyectos chinos como la Iniciativa de la Franja y la «nueva ruta de la seda».

Rusia por su parte, ha manifestado su preocupación por la utilización que hace EEUU de su alianza con India y por el devenir de los acontecimientos.

Las consecuencias para India pueden ser desastrosas. Si pretendía reducir el «problema» de Cachemira a un asunto interno, superando de facto la percepción de que es una disputa bilateral, se ha dado de bruces con un problema multilateral.

A las disputas territoriales con Nepal, las protestas y violencia en Cachemira y las tensiones históricas con Pakistán en torno a la LOC se suman ahora los enfrentamientos con China y la amenaza de una pinza entre chinos y pakistaníes.

Pekín sigue manteniendo un complejo equilibrio entre el frente militar y el diplomático. Tras esta nueva crisis, se mostrará más firme sobre la indefinida frontera, aumentará su peso militar en ella y nuevamente dará una sensación de victoria.

Pakistán también perseguirá sus objetivos: estratégicamente, profundizar su relación con China a través del proyecto del corredor económico; a nivel político, dificultando el control indio en el valle; militarmente, forzando al Ejército indio a abandonar el glaciar Siachen, y como meta diplomática, llamar la atención internacional ante la posibilidad de una guerra entre dos potencias nucleares.

Desde las maniobras colonialistas que en el pasado diseñaron las fronteras y políticas locales, pasando por las agendas de los Estados que surgieron, la mayor parte de los actores han intentado eliminar cualquier contenido, sobre Cachemira y la región, que no fuera territorial, tomando «a los pueblos que viven allí y sus demandas como una parte accidental del paisaje». Y el problema sigue ahí, sin resolver y sin avances significativos en las últimas décadas para atender las demandas de los pueblos del valle, que continúan condenados a la incertidumbre política, al abandono económico y a la asimilación cultural.

(Gara)