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Manolo García: "La música es fiesta, es juerga, y también libertad"

Manolo García, ex de El último de la fila, presenta estos días su poemario 'Fin del principio', un canto al Planeta y a la vida y una combinación de palabras y dibujos

Personal.-

Edad: 64 años (19 de agosto de 1955).

Lugar de nacimiento: Barcelona. Es hijo de inmigrantes albaceteños.

Formación: Estudió diseño gráfico y artes aplicadas. Durante un tiempo se dedicó a trabajar para compañías discográficas que hacían covers (copias piratas de LPs en versión casete). Hizo unas 400 carátulas antes de abandonar este mercado.
Inicios: Sus primeros pasos musicales los dio con Los rápidos y Los burros, dos grupos pioneros. Su música sale de las entrañas de un chico de barrio que vio que los sonidos del rock eran aires de libertad. Escribir, componer, pintar y cantar han sido y son sus pasiones. El éxito le llegó con el nacimiento de El último de la fila, un grupo que lideró junto a Quimi Portet. Él asegura que fue muy lenta su consolidación en el mercado de la música. Su primer disco lo grabaron en 1985, con un título hoy legendario pero sorprendentemente largo: Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. La producción avanza y en 1986 sale Enemigos de lo ajeno. Luego llegarían Nuevas mezclas, Como la cabeza al sombrero, Nuevo pequeño catálogo de seres y estares, Astronomía razonable o La rebelión de los hombres rana, discos que forman parte de la memoria musical y sentimental de un país. En 1998, tras un tiempo sin dar signos de vida, el grupo se disolvió. Siempre se ha dicho que a Quimi Portet no le apetecía seguir haciendo música en español.

En solitario: Manolo García abordó su carrera en solitario con trabajos como Arena en los bolsillos (1998), al que seguirían Nunca el tiempo es perdido, Para que no se duerman mis sentidos y Singles, directos y sirocos, entre otros. El cantante catalán saca a la venta un nuevo trabajo el 3 de julio que recoge en directo actuaciones de la gira de 2019. También está en el mercado Fin del principio, un poemario que incluye dibujos propios.

A este hombre que disfruta con sus mundos de palabras, música e imágenes que nacieron en un barrio obrero de la Barcelona de los 60 y 70, le apasiona dibujar y pintar. Recuerda lo mucho que ha disfrutado tocando y cantando en Pamplona o Bilbao, ciudades que le llenan de nostalgia y le hacen rememorar momentos inolvidables: "Pero ahora todo es diferente, ¡fíjate bien, si se han suspendido hasta las fiestas de San Fermín!", remata. La charla se abre con sinceridad y sin entrar en su vida privada, una vida que mantiene cerrada a cal y canto, cosa que es bien sabida desde hace años: "Lo que importa es la obra, no el artista", afirma. El músico catalán buscó durante un tiempo su suerte como cantante en Euskadi, lugar en el que residió y al que vuelve siempre que puede a pesar de que no le sonrió el éxito, y poco después de regresar a Barcelona nació El último de la fila junto a Quimi Portet.
- Fin del principio es el título de su poemario. ¿Es una vuelta a sus orígenes?

- En cierta forma, sí. Es una percepción que arrastro y llevo conmigo desde la adolescencia. Tengo una serie de sentimientos íntimos y personales en cuanto al planeta, a nosotros, a nuestro comportamiento. Es lo que percibimos ahora mismo cuando vemos esas imágenes de Estados Unidos, esas colas para recoger un plato de comida en cualquier ciudad, y sabemos que algo no cuadra.

- ¿Porque no le cuadran las cosas escribe poemas?

- Y por eso pinto, por eso me hice músico y por eso hago canciones. Busco luz. Busco un estado de paz de calma. El mundo no es una novedad.

- ¿Y qué es?

- Un lugar convulso donde hay cosas maravillosas y personas magníficas, pero donde también hay algo que no acabamos de resolver. Este Fin del principio es decir que hasta ahora hemos vivido de una manera, hemos funcionado de un modo bastante controlado y estaba casi todo entendido. Eso viene incluso desde antes de ese mundo judeocristiano que conocemos tú y yo, pero este mundo se está terminando.

- Y no es por la pandemia, ¿no?

- No, esto es algo sobreañadido. Está terminando el mundo en el que vivimos y nos preguntamos: ¿Por qué? Somos una tribu muy grande, pero nos estamos organizando mal y el fin ha llegado. Ahora empieza una nueva etapa y la tenemos que estrenar bien, nos va el futuro en ello. Esta etapa que tenemos que abordar es la del cambio climático.

- Es que generación tras generación se ha machacado al planeta.

- Sí, totalmente. La gente de mi generación no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, aunque empezamos a olerlo un poquito, pero está claro que generaciones posteriores están teniendo una constatación clara de lo se nos viene encima. Si hacemos bien la siguiente etapa, las generaciones venideras seguirán adelante.

- Dicen que hemos cometido barbaridades y que de sus consecuencias ya no se va a salvar la Tierra.

- Pienso –y no lo digo yo, que solo soy un animal intuitivo, sino que lo dicen los científicos–, que si logramos contener la situación tenemos posibilidades. No quiero ser catastrofista, tampoco agorero, pero hay que actuar ya. Estoy seguro de que en este sentido las nuevas generaciones van a reaccionar pronto y bien; es más, pienso que lo están haciendo ya. Es el conjunto de la sociedad el que tiene que reaccionar, es esa rodilla en tierra de los manifestantes ante la policía. Y eso que ahora solo hablo del clima.

- Pero el ser humano no suele reconocer que se ha equivocado y que ha cometido errores; más bien tropieza siempre con la misma piedra.

- Pues hay que comenzar a caminar en la dirección correcta. Hay ejemplos de gente que ya ha mostrado el trayecto para no cometer los mismos errores: Gandhi, Luther King, Jesucristo€ Las religiones siempre nos hablan de la calma humana, de las posibilidades de buscar luz.

- A veces desde un punto tan idílico como poco creíble y cercano a la realidad.

- Yo no hablo de los santos, ni de la gente que se retira a una vida contemplativa o de abstinencia, ni de los que llevan una vida bucólica y pastoril. Hablo de gente comprometida, de gente que confraterniza con los demás. Esta es la esperanza que tengo. Es ese escalofrío que sientes cuando ves a gente abrazándose y a gente ayudando a gente. También es la repugnancia que te embarga cuando ves a políticos peleándose en una situación como la que se está viviendo. En este poemario lo que quiero es sumar fuerzas, no restar.

- Si le escandalizan esos políticos que solo saben descalificarse, por no decir insultarse, ¿cómo cree que pueden cambiar?

- A nuestro alcance hay música, hay libros, hay pintura€ Hay arte y cultura. También hay tecnología, medicina, hay ciencia, hay deporte, y si lo sumas todo, la palabra que sale es esperanza. Cuando escribo mis poemas, cuando compongo mis canciones, y cuando voy a los lugares a cantar en una plaza de toros o en un pabellón de deportes, estoy buscando ser feliz. Busco, con la gente que va a escuchar mi música, encontrar la calma, la tranquilidad, la felicidad, sentir que mi alma se eleva.

- ¿Y se aleja de las frustraciones?

- Sí. Es que quiero sentir que no estoy frustrado, tampoco lastrado, ni pasando el día gris de siempre con el típico Tengo que pasar la ITV, me ha llamado Hacienda, tengo ir al gestor, tengo que pagar el IVA y el IRPF. La vida es algo tan prosaico que cuesta vivirla. Cuando escribo tengo la posibilidad de cubrir estas necesidades ambientales y puedo decir: Podemos. Ya lo decía Obama: hay que levantarse cada mañana con el ánimo de saber que hay cosas que debemos hacer, que podemos hacer.

- ¿Es usted un hombre comprometido?

- No lo sé, quizá en cierta forma. Soy un hombre con un punto de escepticismo grande, y lo he sentido desde muy joven, pero paradójicamente soy muy participativo. Quiero remar en la dirección correcta y no lamentarme; no me gusta quedarme de brazos cruzados y pensando que es mejor que lo hagan otros.

- Nació en el Poblenou, barrio barcelonés que es un crisol de gente llegada de todo el Estado.

- Eso es, un barrio obrero, pero que resulta inspirador, como resultaba inspiradora toda la ciudad de Barcelona en los años en los que fui niño, adolescente y joven.

- ¿Por qué? ¿Cuál era el elemento inspirador?

- Ocurre en todas las ciudades, porque en las zonas rurales todo es más lento, pero en los años 60 y 70 hubo cambios absolutos. Y pasó en Barcelona, una ciudad con un tejido industrial muy poderoso. Cataluña era un motor importante en esas décadas. En los barrios obreros había mucho chisporroteo. Eran una mezcla de gente del sur, del centro, de catalanes. En los extrarradios se concentraba la población de fuera, gente venida de Albacete, de Murcia, de Andalucía, de Extremadura, y que pasó de la cultura campesina pobre a una cultura industrial brutal.

- Una cultura industrial que está llena de trabajo y precariedad.

- Sí, pero que mejoró la vida de subsistencia que llevaban en el campo. Ese crisol de colores, de gente que vino de fuera, se sumó en una avidez de vida. No hablo de gente que quería grandes lujos; hablo de tener un 600 y una televisión. Es lo que hemos vivido casi todos, ese chisporroteo que impregnó Madrid, Barcelona, Pamplona, Bilbao, Donostia o Logroño. Ese cambio trajo aires de libertad, y la libertad de los 60 y 70, los cambios, vinieron de la mano de la música.

- Música que llegaba de fuera.

- Por supuesto. Era música americana, inglesa, era la música lo que nos daba un vuelco a los chavales de barrio. El fútbol y todo lo que siempre ha estado seguía ahí, pero llegaba un nuevo elemento, la música, el rock€

- Lo que se llamó entonces la contracultura.

- Me parece maravilloso ese nombre. Siempre pensamos que la cultura es algo controlado, institucional, acotado por todos los lados. En esos años en los que yo era joven empezaban los grafitis, el rock and roll, los locales de ensayo, las bandas musicales€ Todo ello era la libertad para los zagales, para la chiquillería de barrio. Empecé a ver que en los textos de Dylan había un mensaje, que había otro mensaje en la manera de actuar de los Queen, en las bandas americanas, en el rock sureño.

- Y usted se apuntó a todas las tendencias, ¿no?

- Sí. Eran tiempos también para el cómic y tuve la suerte de tener a mi lado un mercado de libros. He dicho cómic, pero en ese tiempo ni conocíamos esa palabra, lo que teníamos entre manos eran tebeos. Yo crecí en ese mercado, que era en realidad un trapicheo de libros de segunda mano, de enciclopedias, de cromos. Es cuando descubrí un mundo inmenso y mágico, cuando empecé a ir a los museos y a ver pintura, y fue una experiencia que me marcó. Todo esto hizo que me formase en mi quimera artística.

- Libros, pinturas, tebeos. Pero acabó decantándose por la música. ¿Es más potente que el resto de las artes?

- La música es más abierta y te ofrece una posibilidad de acercarte a la gente de una forma sencilla. Soy una persona bastante abierta y la música me ofrece el contacto, sociabilizar, que es lo que realmente me pareció importante en su día. La pintura es un ejercicio más introspectivo, más cerrado. A los 17 años empecé a estudiar diseño gráfico, artes aplicadas, pero era un mundo monacal.

- ¿Monacal?

- Unas aulas silenciosas, unos profesores serios y unos alumnos sesudos que intentaban desarrollar una tarea de forma correcta y precisa. Hay menos juerga y en la música era todo lo contrario, lo era entonces y lo es ahora. La música siempre ha ofrecido una manera de sociabilizar, de moverte y hasta de cambiar de vida. La música es fiesta, es juerga y también libertad. Pero curiosamente no he dejado nunca de pintar y dibujar, así que llevo una doble vida, aunque resultaba lógico que me divirtiera más cuando estaba con mis amigos en un local de ensayo o en un pequeño concierto.

- La música también es dinero.

- No estoy, y tampoco lo estaba antes, obsesionado con el dinero. Soy de una familia humilde, muy trabajadora, y si aportaba algo, era bien recibido. Yo tengo la noción de que era feliz cuando me reunía con mi banda, porque ese era mi afán entonces, y a la vez era consciente de que estaba aprendiendo un oficio.

- ¿Fue duró aprender el oficio de músico?

- Fue sobre todo interesante, aunque tenía sus inclemencias. Era un trabajo nocturno y no era el único trabajo, porque al día siguiente de un concierto tenías que ir a un taller. Tenías que desplazarte y en los años 70 no había autopistas, sino que ibas por carreteras nacionales, por carreteras de segunda.

- Un infierno más que un placer, ¿o no?

- No, eso no, hubo y hay mucho placer. Te dabas cuenta de que ese cargar y descargar furgonetas, ese local sucio y grasiento, ese llegar al trabajo en el taller con un café en las tripas y somnoliento, era vida. Así fueron mis inicios.

- Hace más de veinte años que se disolvió su grupo más importante, El último de la fila, y sin embargo sus canciones siguen estando en la memoria de muchos. ¿Música que no se olvida?

- No lo sé. La memoria es frágil, pero es cierto que El último de la fila sigue estando presente. Fue un grupo con una gran carga de emoción y sinceridad. Teníamos una fe en nosotros mismos absoluta, no había fisuras. Era un grupo que tocaba la fibra a mucha gente, era muy sólido y tenía muchas horas de ensayo antes de poner un pie en el escenario. Creo que podemos decir que éramos gente seria. Y yo sigo igual que entonces.

- Pero en solitario.

- Sí, pero mi motivación es la misma. Más que el dinero, mi preocupación es que la gente que va a un concierto mío o compra un disco en el que canto, vuelva siempre a mí. Soy tan feliz que no quiero que mi música se acabe, quiero mi música para siempre.

- ¿Le siguen pidiendo canciones de El último de la fila?

- Sí, claro. Soy consciente de que ya no soy El último de la fila, que fui el 50% en su día, pero si me piden alguna, yo la canto. En un concierto puedo cantar tres o cuatro, no más.

- Supongo que las diferencias entre actuar en solitario o en compañía tienen que ser notables.

- Pues no. Si el equipo que me acompaña está cohesionado y van todos a una, no hay diferencias. Yo compongo, escribo los textos, decido qué luces pongo€ Soy un músico en solitario, pero mi equipo, mi banda, es parte vital de mi trabajo. Mira, desde el chico que carga los cables hasta un músico de mi banda, todos son importantes. ¿Qué empresa funciona mejor? Aquella que trata mejor a sus empleados, aquella que les respeta y que les tiene cariño. Pasa lo mismo en un grupo musical, en una industria, en un periódico o en una emisora de radio.

- Una máxima que no suele ser la habitual.

- Pues de un equipo cohesionado sale un trabajo bien hecho, y de un equipo friccionado sale dolor y sufrimiento, pero no un trabajo excelente.

- ¿Añora el pasado?

- Si lo que me preguntas es si añoro El último de la fila, te diré que no, pero sí siento el orgullo de haber estado en ese grupo. Vivo en el presente, vivo el poemario que he sacado, vivo el disco que saldrá el 3 de julio y que es la grabación en directo de la gira anterior, y vivo las canciones nuevas que ya estoy trabajando. Sigo mi camino y cada día inicio un paso cero.

- ¿Cómo cuántas canciones ha compuesto en su vida?

- Desde que empecé con Los rápidos en el año 1981 supongo que habré compuesto trescientas y pico, trescientas largas.

- Es la primera vez que le entrevisto, pero me han advertido que usted es muy misterioso con su vida privada.

- Ja, ja, ja. ¿Misterioso? Quizá no sea la definición. En la época de El último de la fila, en algún disco salía en la portada, pero desde que empecé mi carrera en solitario nunca he salido en una portada, y eso es una declaración de principios. Lo importante es la obra, no el artista.

- Aunque a veces la obra está determinada por la vida privada del artista.

- Tengo mi vida, pero como la tiene todo el mundo; no somos de otro planeta, no somos de Marte. Mi ego no es tan grande como para creer que mis cosas personales, que son muy comunes, puedan interesar a nadie. Lo que puedo ofrecer de mí la gente lo ve en un escenario, y el resto, como todos: caspa, caries, halitosis y aerofagia. En esto, todos igual, desde el mandatario más poderoso hasta el vagabundo que duerme bajo el puente. Todos hacemos lo que podemos.

- ¿Cómo contempla el futuro?

- No lo sé, habrá que ver. No hay nada en ningún lugar. Si se suspende hasta San Fermín, fíjate cómo están las cosas. Recuerdo mucho Pamplona, una ciudad que siempre me ha recibido muy bien y donde he estado en muchas ocasiones. También Bilbao, donde actuamos como El último de la fila hace tiempo, en fiestas, que este año también se suspenden. Son ciudades a las que tengo un cariño especial. Las gentes de tu tierra siempre reciben muy bien la música. Espero volver pronto.

(Rosana Lakunza, Deia)